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Foto del escritorAna Kelyna Siliceo Cuevas

Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra




“Nadie es profeta en su tierra” es una frase del evangelio que escuchamos con relativa frecuencia, el contexto en el que se desarrolla el evangelio de hoy hace pensar en la naturaleza humana colectiva, aquella que se da en las masas, en lo social. A las masas les gusta la novedad, y aunque biológicamente estamos programados para vivir en comunidad, porque así tenemos más probabilidades de sobrevivir; en realidad no evolucionamos para confiar y respaldar a todo humano, aunque pertenezcamos a la misma comunidad. Esta realidad humana y social que vivimos en el día a día, también le toca a Jesús vivirla hoy en el evangelio.


Cuando leemos las Escrituras nos encontramos a Jesús, a veces nos es útil reconocer las características tan humanas que nos muestra, no sólo porque lo sentimos más cercano, si no también porque sus reacciones ante las circunstancias de este mundo, nos enseñan a actuar igual que Él. Existe en la historia de este domingo un Dios, que es humano, con un deber en la tierra, el deber de anunciar la palabra de Dios. Está envuelto en una comunidad que lo vio crecer y que no solo no confía en lo que Él predica, además les enfurece no poder entenderlo, al grado de llevarlo al límite de la ciudad con la intención de despeñarlo.


Y es que, por un lado, que difícil es entender a quien no vive o actúa bajo el esquema que nosotros nos hemos dibujado del mundo, como si el camino hacia Dios fuera solamente uno. Que difícil es abrir la mente si primero no se abre el corazón a los miembros de nuestra comunidad, porque ser humano es trascender a la programación biológica, es mucho más que seguir la línea evolutiva que implica sobrevivir, para darle un sentido a la vida terrenal.


Por otro lado, que difícil es a veces el llamado. Por eso vale la pena recordar que el Señor toma en cuenta el contexto biológico y social cuando nos pide una forma de vida, no le es ajeno. Hoy la palabra nos enseña que a veces es necesario cambiar de perspectiva, que es necesario disponerse y seguir caminando bajo la guía y compañía del Señor. De este modo, la renuncia a la fe y a seguir el camino nunca ha sido la elección de Jesús, ni tampoco de ninguno de los profetas de la historia de la salvación.


Hoy en un momento de silencio me pregunto ¿a qué estoy llamado? ¿qué me lo dificulta? ¿a quién le dificulto su camino? Y pido al Señor la gracia de caminar hacia Él con el corazón abierto.

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