…y todos verán la salvación de Dios, ¿también yo?
Es este tiempo de preparación que la Iglesia propone ante el acontecimiento del nacimiento de Cristo en la historia, el evangelista curiosamente nos presenta el marco histórico de la época. Nos detalla con precisión quienes eran los poderosos de aquellos tiempos, de aquellas regiones y de aquellas sociedades. Aquellos personajes que por su investidura –heredada o conquistada – son las voces influyentes a nivel político y a nivel religioso.
Entre esa convulsión de voces con mensajes tan distintos como sus fines clama una voz que objetivamente pudiésemos tachar como insignificante: la de Juan Bautista. Un hombre que vive en el desierto alimentándose de insectos y vistiendo con pieles de animales, un sujeto que evoca a los antiguos y venerados profetas que anunciaron la salvación próxima de Israel.
Quizás por la curiosidad, quizás por la añoranza de volver a escuchar a un profeta, la voz de Juan es escuchada y su figura comienza a ser más vista entre el pueblo. El precursor –como ha sido llamado posteriormente- es signo de que el Padre ha querido ratificar que el Espíritu sopla donde quiere, pero, sin duda, sopla más fuerte en los desposeídos y humildes que lo esperan todo de Él.
El mensaje de Juan contrasta fuertemente con el estilo de vida del “mundo”, con la dinámica de los poderosos que se mencionan al inicio de la narración; la salvación del Señor es para todos, sin embargo, no todos podrán contemplarla sino cambiar su visión, sus afectos y su corazón. Los intereses mezquinos, las luchas de poder, la excesiva preocupación por uno mismo son aquellos caminos torcidos por los cuales nos alejamos más de la voz que clama y que nos acerca al misterio de redención.
Como bien lo sabemos, este tiempo que la Iglesia dispone no es simplemente un recordar por recordar, una semblanza de lo que fue. Jesús viene hoy. Viene en este tiempo de los poderosos, de la era digital, de los refugiados, de un virus que muta constantemente, de una Iglesia que trata de estar en salida pero que a veces se siente muy cómoda. Jesús viene hoy.
Hoy ante este Jesús que viene me pregunto: ¿Qué camino torcido de mi vida me invitas a enderezar?, ¿Cómo puedo yo desde mi historia contemplar la salvación que traes?, ¿de que manera puedo contribuir a que tu salvación se encarne verdaderamente en este momento de la historia? Agradezco este espacio sagrado al Señor y me pongo en sus manos.
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