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Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez

VOLVER A JESÚS DANDO GRACIAS


A lo largo de las lecturas de esta semana el evangelista Lucas nos ha enseñado a orar, aparecen diferentes joyas escriturísticas, por ejemplo: Lucas 10, 38-42 donde el escritor sagrado destaca a María por la sensibilidad que tiene para acercarse a Jesús, ella toma la actitud de discípula, se sienta a sus pies porque quiere ser enseñada.


Lucas 11, 1-4 "Señor, enséñanos a orar…" Otro claro ejemplo donde los discípulos empiezan a conocer un método nuevo para entrar en contacto con Dios; orar, no repetir frases de memoria como lo habían aprendido desde pequeños en el contexto judío. Por último, Lucas 11, 5-13 «Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá». El Señor invita a la confianza, a pedir con sinceridad aquello que nos hará bien y no hay mayor regalo que Dios pueda darnos que el don del Espíritu santo.


Hoy el evangelista, Lucas 17, 11-19, nos habla de diez leprosos que salen al encuentro de Jesús, ellos, como no pueden entrar en contacto con él porque se saben impuros, se detienen y le gritan de lejos: ¡Maestro, ten compasión de nosotros! Vemos en toda esta perícopa al menos tres elementos fundamentales de la oración: petición, confianza y acción de gracias.


Petición: ten compasión de nosotros; confianza: mientras iban de camino quedaron limpios; acción de gracias: sólo uno regresó con el corazón agradecido a bendecir y agradecer al Señor por el bien recibido. Nuevamente aparece un samaritano, recordemos que los samaritanos eran discriminados por los judíos. ¿Acaso el evangelista intencionalmente concatena la parábola del buen samaritano con esta perícopa del leproso agradecido? Y curiosamente no le pone nombre al personaje, solo se dice que es de Samaria. Podemos decir que ese leproso puede llevar nuestro nombre, podemos ser tú y yo quienes necesitamos ser agradecidos con Dios.


Para muchos creyentes, recuperar la gratitud es el primer paso para sanar su relación con Dios. El primer paso es comprender la grandeza y la inconmensurable bondad de Dios. Esta gratitud fundamental a Dios crea una nueva manera de mirarse a uno mismo, la relación de uno con las cosas y la vida de uno con los demás. El creyente agradecido sabe que todo su ser es un don de Dios. Lo que le rodea adquiere profundidades que antes pasaban desapercibidas. Esta gratuidad nos lleva a ver la huella de Dios en todo. El cristiano agradecido recoge con gratitud el sol de cada mañana, la brisa suave, el misterio de la complejidad de su cuerpo, el despertar de cada día, la amistad de las personas, la alegría del encuentro, el descanso reparador, la música, el deporte, la naturaleza, la fe, el hogar,las relaciones fundamentadas en el amor.


Me pongo delante de la mirada misericordiosa de Dios y me pregunto ¿Vivo mi fe desde el agradecimiento? ¿Al terminar mi jornada recojo todas las bendiciones recibidas por Dios? ¿Consiente de las bondades que Dios me ofrece me vuelvo a Jesús dándole gracias? Le pido al Señor su gracia para ser agradecido y contemplar su huella en todo.

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