VELEN, PREPÁRENSE... NADIE SABE EL DÍA NI LA HORA
Este domingo inicia, en nuestra Iglesia, un nuevo ciclo litúrgico con el tiempo de
adviento. Son cuatro domingos previos a celebrar el Nacimiento del Hijo de Dios, quien
quiso encarnarse en nuestra historia y asumir nuestra condición humana. Adviento
deriva de la palabra latina adventus que significa “venida”. El papa Francisco menciona
que el adviento “es un tiempo para hacer memoria de la cercanía de Dios, que ha
descendido hasta nosotros”.
En las dos primeras semanas de adviento la liturgia nos ayuda a reflexionar sobre la
segunda venida del Señor. La tercera y cuarta semana nos preparan para celebrar el
misterio del nacimiento del Emmanuel. Estas cuatro semanas las identificamos con el
signo de la corona de adviento, en donde a partir de este domingo se irá encendiendo
una vela cada semana. Entonces, adviento es un tiempo de preparación para recibir la
llegada de nuestro Salvador.
El evangelio de este domingo forma parte del discurso escatológico de Jesús. En el que
responde a los discípulos sobre su curiosidad de saber cuándo sucederá la segunda
venida y el final de los tiempos, a lo cual el Señor dice tajantemente que el día y la hora
sólo el Padre la conoce.
La comparación que hace de la Parusía (segunda venida de Jesús) con el diluvio de Noé,
ayuda a entender que será de manera sorpresiva, en medio de las actividades cotidianas
de la vida. Por tanto, es una invitación a estar vigilantes, alerta y, sobretodo, preparados.
El evangelista Mateo deja entrever que de esa misma manera puede suceder la llegada
del Señor y tomar por sorpresa a los hombres que se encuentran en los campos y las
mujeres que estén moliendo el trigo, actividades cotidianas en la vida de los judíos. Los
que están preparados y vigilantes a este momento serán llevados por Jesús, mientras los
que viven con inconsciencia este acontecimiento serán dejados.
Jesús, en este evangelio, invita a la vigilancia, a hacer lo que nos toca en la vida
ordinaria. Él llama dichoso a aquel a quien el amo encuentra cumpliendo con su deber.
Estar en vela, significa estar despiertos, es la actitud del padre de familia que está
pendiente y preparado para cuando el ladrón quiera entrar en su casa. Estas
recomendaciones de Jesús dan una esperanza firme que no deja cabida para el miedo o
temor, y nos hace capaces de ver el paso de Dios en nuestra vida e interpretar los signos
de los tiempos con la asistencia del Espíritu que nos guía a la Verdad.
Hoy el evangelio nos interpela de manera directa y nos invita a responder con
honestidad delante de Dios las interrogantes ¿cómo está mi preparación para el día
cuando venga el Señor? ¿Qué ladrones me pueden sorprender en estos momentos?
¿Cómo vivo esta espera del Señor?
Este tiempo que nos regala la Iglesia se ofrece como una sincera preparación para
recibir a Jesús, que se encarna en la historia y vida de nosotros. Le pedimos que nos
ayude a estar vigilantes, con una profunda gratitud y esperanza ante su constante venida
a nuestro corazón.
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