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Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez

Una sana experiencia de Dios




Hay muchas formas en que Jesús se dio a conocer a la humanidad, la Iglesia en su tradición recoge tres manifestaciones: epifanía ante los Reyes Magos, la cual celebrábamos el domingo pasado con ese bello encuentro entre los tres sabios, los pastores y la familia de Nazaret; La segunda epifanía se da en el Bautismo de Jesús en las aguas del río Jordán la cual abordaremos en esta ocasión; Y la tercera epifanía, la manifestación del milagro al inicio de su ministerio en las bodas de Caná de Galilea que más adelante habrá un espacio para reflexionar sobre ella.


El amor de Jesús por la humanidad no deja de sorprendernos no le bastó con tomar nuestra condición humana sino que hoy se hace bautizar por San Juan el Bautista para hermanarse con nosotros y elevarnos a la dignidad de hijos de Dios a través de este sacramento.

El relato evangélico del bautismo de Jesús, muestra el camino de abajamiento y de humildad que el Hijo de Dios eligió libremente para adherirse al proyecto del Padre, para ser obediente a su voluntad de amor por el hombre en todo, hasta el sacrificio en la cruz. Siendo ya adulto, Jesús da inicio a su ministerio público acercándose al río Jordán para recibir de Juan un bautismo de penitencia y conversión.


Ante dicho acontecimiento pueden surgir en nosotros las siguientes interrogantes ¿Necesita Jesús penitencia y conversión? No, ciertamente. En efecto, aquél que no tiene pecado se sitúa entre los pecadores para hacerse bautizar, para realizar este gesto de penitencia; el Santo de Dios se une a cuantos se reconocen necesitados de perdón y piden a Dios el don de la conversión, o sea, la gracia de volver a Él con todo el corazón para ser totalmente suyos.


¿Qué sucede en el momento en que Jesús se deja bautizar por Juan? Ante este acto de amor humilde por parte del Hijo de Dios, se abren los cielos y se manifiesta visiblemente el Espíritu Santo en forma de paloma, mientras una voz de lo alto expresa la complacencia del Padre, que reconoce al Hijo unigénito, al Amado. Se trata de una verdadera manifestación de la Santísima Trinidad, que da testimonio de la divinidad de Jesús, de su ser el Mesías prometido, Aquél a quien Dios ha enviado para liberar a su pueblo, para que se salve (cf. Is 40, 2).


¿Qué sucede cuando somos bautizados? Sucede que quedamos unidos de modo profundo y para siempre en el misterio Pascual de Jesús con la promesa de renacer con Él a una vida nueva, además, renacemos como Hijos de Dios, partícipes de la relación filial que Jesús tiene con el Padre, y nos capacita para dirigirnos a Dios llamándole con plena confianza “abba” Padre. Nos convertimos en miembros de la Iglesia y el carácter que imprime este sacramento nos capacita para recibir las demás gracias y dones que se derraman en los sacramentos que ésta misma ofrece.


Por último, en las palabras de Hanna Wolf, teóloga y psicoterapeuta alemana afirma que Jesús ha sido la primera persona en la historia que ha vivido y comunicado una experiencia sana de Dios, sin proyectar sobre la divinidad los miedos, fantasmas y ambiciones de los seres humanos. Ante la voz que dice “Tú eres mi hijo muy amado” Jesús se vive y siente a Dios como Padre. Se confía al misterio de Dios como un hijo querido. Ésa es la primera actitud cristiana ante Dios.


¿Cuál es mi actitud ante Dios que es Padre bueno? ¿Me vivo amado y experimento la relación filial con Dios? ¿Qué valor le doy hoy al sacramento del bautismo? ¿A qué me invita este misterio?

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