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Foto del escritorJorge Gabriel Rodríguez Reyes

Una lección para hoy del Santo Cura de Ars



¿Que nos puede enseñar hoy un santo sacerdote francés Juan María Vianney canonizado el siglo pasado por Pío XI y nombrado patrono de los sacerdotes confesores?


Juan Bautista María Vianney, quien luego fue conocido en todo el mundo como “el Santo Cura de Ars”, nació en Dardilly, Francia en 1786 y falleció en Ars-sur-Formans del 1859, fue un presbítero francés proclamado patrono de los sacerdotes católicos debido a sus virtudes humanas, pero sobre todo por su entrega total al ejercicio de su función como confesor. Debido a que administró el sacramento de la penitencia durante cuarenta años incluso por más de diez horas diarias, en ocasiones hasta dieciocho horas, comiendo poco y descansando unas cuantas horas. Por miles asistían a su parroquia a confesar de toda Francia y aun de países vecinos. Por esto San Juan Pablo II afirmó que provocó una especie de “revolución espiritual en Francia y fuera de ella”.


A pesar de sus limitadas capacidades intelectuales, sus maestros “jamás dudaron de su vocación al sacerdocio”. El 13 de agosto de 1815 fue ordenado sacerdote por monseñor Simon, obispo de Grenoble. Pero apoyado por monseñor Don Balley, quien había sido el primero en reconocer y animar su vocación quien asume toda la responsabilidad por él, y fue su modelo tanto como su preceptor y protector.


Tras la muerte de Don Balley, Vianney fue hecho canónigo de Ars, una aldea cerca de Lyon. Su casa solo tenía una cama, dos mesas viejas, un aparador, unas pocas sillas y una sartén. Sin embargo, esto expresa una profunda convicción de Juan Bautista: “Estaba convencido de que había sólo dos maneras de convertir a los aldeanos: una por medio sus sermones, y otra haciendo penitencia por los feligreses. Y inició por esta segunda: Regaló un colchón a un mendigo; dormía sobre el piso en una habitación húmeda de la planta baja o en el desván, o sobre una tabla en su cama con un leño por almohada; no comía prácticamente nada, dos o tres papas, y algunas veces pasaba dos o tres días sin comer en absoluto; se levantaba poco después de medianoche y se dirigía a la iglesia, donde permanecía de rodillas y sin ningún apoyo hasta que llegaba la hora de celebrar misa.


Murió el 4 de agosto de 1859. Sus restos mortales se conservan incorruptos en el santuario de Ars, donde dedicó su vida como presbítero y falleció.


Un hecho que narran sus biógrafos nos habla además de la Misericordia de Dios para los hombres. ​ “Una mujer estaba devastada porque su esposo se había suicidado, intentaba preguntar a Juan Bautista, pero la cantidad de gente se lo hacía imposible. Estaba ya punto de renunciar cuando “Vianney exclamó a través de la multitud: «¡Él está salvo!» La mujer se mostró incrédula, pero el santo repitió, enfatizando cada palabra: «Te digo que está salvo. Está en el purgatorio, y debes orar por él. Entre el parapeto del puente y el agua tuvo tiempo de hacer un acto de contrición>.” ​


En 1874 proclamado venerable y beatificado en 1905; y canonizado en 1925. El papa Benedicto XVI proclamó un año completo “El año sacerdotal”, entre junio 2009 y junio del 2010 conmemorando los 150 años del fallecimiento de san Juan María.



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