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Foto del escritorGabriela Hernández Cuevas

Un corazón de fariseo




El pasaje del evangelio de hoy Jesús nos invita a ir al principio, no sólo de la creación cuando el Padre nos dio la vida y formó al hombre y a la mujer, sino al principio de nuestra relación con Él. Cuando los fariseos dijeron a Jesús que Moisés prescribió al acta de divorcio, Él menciona que fue a causa de la dureza del corazón del pueblo e inmediatamente se va al principio. Jesús les recuerda el proyecto del Padre, el deseo del corazón de Dios.


Nosotros en el camino podemos tener la tentación de ir deformando la voluntad de Dios y nuestra visión de Él. Nuestro corazón se va endureciendo, cegando y olvidamos el principio, el fundamento de nuestra vida. Olvidamos las palabras de Dios y su plan para nuestras vidas.


Hoy Jesús puede estarnos invitando a preguntarnos ¿qué ha endurecido nuestros corazones? ¿Qué leyes, preceptos, o normas personales han resultado fruto de esa dureza y no por voluntad de Dios, no por su deseo? ¿Qué hemos deformado y adaptado a nuestra conveniencia en la vida de fe, en la de la familia, en la escuela, en el trabajo, en nuestra vocación?


Jesús les recuerda a los fariseos las hermosas palabras de la Escritura sobre el plan de Dios para el matrimonio, sobre la unidad y su indisolubilidad. Incluso estas palabras son dirigidas a sus discípulos, porque incluso después de escuchar la respuesta a los fariseos, volvieron a insistir en el tema, como si no les hubiera quedado claro (o tal vez no les resultaba muy conveniente), incluso con la esperanza de haber comprendido mal, pero Jesús aparece de nuevo con la verdad e insiste en el plan del Padre.


Cuánta luz da la Iglesia a resaltar que precisamente el matrimonio refleja la alianza eterna del Padre con nosotros su pueblo, una alianza de amor que no se rompe, un sí a la donación y un sí a recibir el amor.


Jesús nos invita a acoger el don que es él mismo, a recibir su palabra, a volver a Él, a escucharle, a no endurecer nuestro corazón ante al amor que también se nos da y muchas veces rechazamos. Nos invita a ser como niños que reciben el Reino, como un niño lo haría con alegría, esperanza, libertad, autenticidad, sin miedos, en confianza. Como un niño que no endurece el corazón, que no pone peros y cree en la palabra del otro. Dios es un Dios accesible, tan disponible que abraza a los niños y los escucha, tan accesible que nos da libre entrada a acercarnos con el corazón abierto.


¿Hoy qué te dice a ti Jesús? ¿Sientes el corazón cerrado? ¿Qué áreas de tu vida Dios necesita iluminar? ¿Cómo es tú encuentro con Él actualmente? ¿Estás dispuesto a recibirlo como un niño?





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