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Foto del escritorPbro. Manuel Jiménez

«Tú lo has dicho»




El que Cristo sea rey tiene sus fundamentos más profundos en su identidad como Verbo de Dios. San Pablo escribió un día diciendo: «Todo cuanto existe fue hecho por medio de Él y todo el universo subsiste en el ser por la fuerza del Verbo de Dios, que es la imagen de Dios invisible y el primogénito de toda creatura». Eso podríamos decir que es la base doctrinal del reinado de Cristo. Que naturalmente es un reinado diferente de todo lo que estamos acostumbrados a pensar por la historia de los hombres. Los simulacros de poder no son necesarios para Cristo, sino que es algo más radical, más sólido, mucho más firme que sí mismo, precisamente por la identidad de Cristo Jesús. Este reinado no impone gravámenes sobre las espaldas de sus súbditos, ni proclama leyes que a los que gobiernan no los tocan ni con la punta de un dedo.



Un segundo aspecto del reinado es la identificación de Cristo con todo lo que Él mismo enseña. Jesús va paso a paso, legislando con su testimonio y con su ejemplo de tal manera que Cristo alcanza la autoridad para enseñar y orientar a los hombres por el camino de sus mandamientos, viviéndolos primero que nada Él mismo en su experiencia humana. Sin embargo, ese respeto, honor y obediencia de los hijos, se tiene que ganar viviendo con ellos y junto a ellos, un verdadero testimonio, siendo para los hijos en la experiencia de la vida diaria un verdadero ejemplo de esa vida, por la cual quiere conducir a los hijos. Dice un refrán: «lo que oigo olvido, lo que veo aprendo».

Así nos damos cuenta de cómo la autoridad de los padres es tanto más fuerte cuanto más identificados están en su condición de padres y su testimonio de padres ante sus hijos. Este es el camino que siguió Dios en Cristo Jesús. Que ser hombre y al entrar en la historia de la humanidad fue dando ese testimonio de pensamiento y vida, viviéndolo intensamente en su propia experiencia.


Por eso decimos que una de las grandes manifestaciones del reinado de Cristo, es su poder para juzgar a los hombres y a las naciones. Y no las juzga entones a base de criterios promulgados y no vividos, como hacen las autoridades en este mundo, sino que juzga a los hombres y a las naciones con base en su propia experiencia y a su propio testimonio.


Porque nadie ha amado tanto como Aquel que dio la vida por la humanidad y por cada uno de nosotros en lo personal. Aquí tenemos entonces ese fundamento dinámico y vivo del reinado de Cristo, y aquí tienes también la autoridad que tiene Cristo para juzgar a los hombres y a las naciones. El amor con el que amó es la medida de la justicia de Dios, esa justicia que Él promulga y esa justicia que Él exige.


Ahora ya lo sabemos: QUE CRISTO REINE EN CADA UNO DE NOSOTROS Y QUE ESTE REINO DE CRISTO VAYA CON CADA UNO DE NOSOTROS DONDEQUIERA QUE ESTEMOS. Que vayamos despojándonos del hombre viejo que juzga la vida como la juzga el mundo, que sigue pensando en términos de tener, vaciándose de todo contenido y de todo valor en el corazón para que Cristo reine en cada uno de nosotros, que sea verdadera presencia de Cristo Rey en medio de este mundo.




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