“Tú eres mi Hijo muy querido”

Este domingo el Señor nos regala un Evangelio que llega a los más profundo de nuestros corazones, es una manifestación de la Santísima Trinidad: el Hijo es bautizado por Juan, el Padre expresa su amor por Jesús y el Espíritu Santo desciende sobre nuestro Señor. Se abre ante nosotros un abanico de posibilidades para nuestra meditación:

1. La Trinidad presente en nuestro Bautismo

Inevitablemente al pensar en el Bautismo de Jesús, pensamos en el nuestro. Es increíble reflexionar que en ese momento también la Trinidad se hizo presente en nosotros de una vez y para siempre. El Señor nos recuerda que no estamos solos en ningún momento, Él ha decidido habitar en nosotros, Él vive en nuestro interior.

2. Dios nos ha amado

Es grande recordar que el Padre nos ha amado como ama a Jesús, y que a pesar de nuestras inconsistencias hoy podemos hacer nuestras las palabras de Dios: “Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección” (Mc 1, 11).

Encontramos nuestra dignidad de ser hijos de Dios, en que Él nos ha amado primero, en que Jesús se ha hecho bautizar primero, en un signo de humildad, obediencia y docilidad, aquel que decía no ser merecedor ni siquiera de desatar las sandalias del Maestro, ha bautizado al Maestro. Dios nos dio el poder de llegar a ser sus hijos.

3. Jesús viene a dar plenitud

Jesús viene a dar plenitud, no a quitar y decirnos que está todo mal, a Juan no le dijo “He llegado, hazte a un lado, mira así se hacen las cosas”. Jesús entra a nuestra vida, se hace uno con nosotros, participa con nosotros, orienta nuestras intenciones y actos. Nos purifica de los errores de vida, y nos muestra el camino nuevo, haciéndonos partícipes de Él.

Reflexionemos hoy: En este Evangelio ¿qué actitudes destaco de Jesús?, ¿Qué actitudes descubro en Juan el Bautista?, ¿A qué me invita esta escena del evangelio?, ¿Cómo experimento que el Espíritu Santo se manifiesta en mi vida? ¿Al vivirlo así, me hace sentirme amado, por Él?