Tres tipos de orantes que se equivocan
Actualizado: 27 feb 2021
Se trata de mostrar un camino básico de comportamiento durante la oración. Muchos cristianos se ejercitan en la oración y acaban desanimándose, en la mayoría de los casos, no por falta de buena voluntad, sino por falta de ideas claras sobre el modo de vivir el tiempo de la oración.
Dicen: «la oración es algo difícil». ¡No es difícil! Pero hay que conocer las reglas del juego; hay saber qué hacer durante la oración.
Hay tres clases de orantes que se equivocan:
1. Los que creen que lo más importante, durante la oración, es estar atentos a Dios. Con una atención sin ningún fallo.
Estas personas a veces lo consiguen durante breves instantes. El resto del tiempo se ven arrastrados por toda clase de pensamientos, sueños, impresiones, todo aquello que llaman «distracciones». Estas distracciones acaban por desanimarlos.
El valor de la oración no se mide por la estabilidad de la atención del Espíritu. La oración puede ser buena sin esa atención estable y cuasi-perfecta. Lo esencial no radica ahí, lo que no significa, desde luego, que sea inútil recurrir a métodos que favorezcan una mejor atención.
La atención debe ser espontánea, natural, afectuosa, su centro es la amistad.
2. Los que imaginan que lo esencial consiste en rebuscar y cultivar hermosos y profundos pensamientos sobre Dios.
Estos son muy felices cuando lo consiguen, pero se desaniman si no lo alcanzan pues sienten la esterilidad y la impotencia. Lo esencial no está tampoco ahí, pero no hay que abstenerse, por ello es el momento de orar, de pensar en Dios, de tratar de conocerlo mejor y de profundizar en su misterio.
Lograr la lucidez en la fe es gracia. El hombre pone, pero Dios dispone según ve conveniente en nuestro camino de aprender a ser hijos, discípulos, seguidores y apóstoles.
Entrar en oración es como entrar en una embajada donde yo soy el dueño del terreno, pero no mando yo en él, sino otro que no soy yo.
3. Las personas que se desesperan al no experimentar sensaciones exaltantes o tonificantes como:
El sentimiento de una cierta presencia de Dios acompañada de gozo, paz o también fervor de amor, entusiasmo.
En este terreno de la oración se vive el hombre desinteresado, el que llega a Dios por Dios mismo y no para sí, el que lo encuentra todo.
El que va para recibir encuentra solo el vacío o el autoengaño. ¡Qué diferencia hay entre el que va al festín por el festín y el que va al festín por el amado!
La búsqueda de emociones, sensaciones y sentimientos no es lo esencial en la oración, sino solo un acompañamiento más bien raro, que Dios concede cuando lo juzga oportuno.
Lo esencial de la oración:
Lo esencial de la oración es despertar «un anhelo de querer, querer lo que Dios quiera».
Despertar ese «quiero» es lo que Ignacio expresó en la Oblación de la Contemplación del Rey Eternal, en el texto de los Ejercicios Espirituales número 98: «…quiero, deseo, y es mi determinación deliberada…». Ese «quiero» es la adhesión en la fe, de mi voluntad, a la voluntad de Dios.
Lo que equivale a decir que la oración consiste en la orientación que imprimo voluntaria y libremente de «mi corazón profundo, a ese corazón que quiere querer ser nuevo», que quiere lo que Dios quiere en su aquí y ahora.
Esta es la novedad, querer vivir el hoy de Dios «quiero querer lo que Dios quiera para mí». Lo esencial está en ese «quiero».
Gracias por compartir...
Muchas cosas lo logramos mediante la oración cuando se hace con fe y humildad y también cuando lo acompañamos con buenas obras. Es mi testimonio de fe.