Transforma tu soledad en oración
1. El orante está inmerso en el mundo pero busca momentos de soledad para encontrarse con Dios. Es una necesidad vital del discípulo de Jesús. El evangelista Mateo lo deja muy claro en torno al Hijo de Dios: «De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, [Jesús] se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración» (Mt 1 ,35).
2. Contrario a lo que muchos opinan, la soledad también aporta. No siempre es negativa. La soledad abre un camino de intimidad con Dios. La búsqueda y el reconocimiento de esta soledad abren un camino de paz y permiten descubrir una dimensión desconocida de la relación con Dios.
3. La soledad así, abierta-habitada- nos hace caer en la cuenta de que no estamos solos, de que somos habitados por una presencia divina. Esto es estar «a solas con el Señor». Ahí se libran los grandes combates y se toman las mejores decisiones. Es también la experiencia de sentir cómo nuestras resistencias caen poco a poco para que Dios reine en nuestra vida.
4. Orar es estar a solas con quien sabemos que nos ama. Así lo expresaba santa Teresa de Jesús. En ese estar a solas surge el diálogo con Dios, un diálogo que tiene su fuente en el amor.
5. La intimidad con Dios en la soledad de la oración lleva a la comunión con los hermanos. Orar, desde esta perspectiva no te encierra en un intimismo a cal y canto. La interioridad con Dios crea fraternidad, el corazón se ensancha, el amor crece. La intimidad con Dios lleva a la intimidad con los hermanos. Si Dios te acepta tal como tú eres, tú haz de aceptar a tu hermano.
6. Puedes encontrarte con la soledad, cuando los demás te rechazan, cuando eres un incomprendido, cuando sufres la persecución. Puede ser una soledad resultado de desencuentros y rechazos. Sin embargo, cuando ésta se vive como resultado de la fidelidad al evangelio, se transforma en una oración y Dios acude al amado que ha decidido hacerle un nido en su corazón.
7. Hay una soledad buscada. Es la soledad del orante que se aparta del ruido y de la muchedumbre para encontrarse consigo mismo y con Dios. Es la soledad que se comunica con el silencio y penetra en el misterio de lo divino.
8. La soledad como evasión es una soledad negativa, encerrada sobre sí mismo. Se trata del ser solitario, que se aísla, que huye de la relación con los otros. En este tipo de personas la oración suele caer en un pietismo o espiritualismo. En realidad no hay una búsqueda de Dios, sino una búsqueda de sí mismo. No hay oración sino un monólogo sobre uno mismo. Son los que dicen: «¡Señor, Señor!», pero no abren su corazón.
9. La soledad en la oración se mantiene siempre, ya sea en la oración individual o en la oración comunitaria, pues la oración es un encuentro personal.
10. La soledad de la oración es una soledad llena de Dios y no una soledad vacía. Así la soledad en la oración se convierte en un canto de alabanza a Dios. ¡Qué tristeza cuando nos sentimos solos en este mundo y nuestro interior se siente vacío! ¡Qué alegría se vive cuando en nuestra soledad nos sentimos habitados por la presencia de un Amor que no tiene límites! Cada día, conviene hacer un rato de soledad con Dios para ser conscientes de que ya no nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio muy elevado: la entrega en la cruz del mismo Hijo de Dios.
No nos pertenecemos, estamos en el mundo, pero no somos del mundo, somos de Dios.
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