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Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez

Su corazón está lejos de mí


Después de un paréntesis de cinco domingos en el que hemos leído el evangelio de Juan, volvemos de nuevo a la narración de Marcos. En el pasaje de hoy nos encontramos nuevamente a Jesús acompañado de las personas y de los discípulos, y reiteradamente enfrentado a los fariseos y maestros de la ley. Y todo ello en dos lugares diversos: la polémica con los adversarios se sitúa en un lugar público y termina con una enseñanza dirigida a la gente (Mc 7,1-15), mientras que la instrucción a los discípulos se desarrolla al estilo de Jesús, en privado (Mc 7,17-23).

Este comportamiento de los discípulos  (comer sin lavarse las manos) noimplicaba una simple cuestión de higiene personal, sino que iba atado anormas de pureza ritual. Para los judíos no se trataba de un asunto secundario porque en el contacto con lo puro (santo, unido y agradable a Dios) y lo impuro (profano, separado y opuesto a Dios se ponía en juego la relación con Él) y con los que forman al pueblo escogido. Por tanto, si los seguidores de Jesús hacen algo que es considerado impuro, significa que están lejos de Dios y excluidos de Israel. De este modo, la pregunta de los fariseos y maestros de la ley da pie a una larga y dura respuesta de Jesús que se desarrolla en tres momentos. Para comprenderlo mejor es recomendable leer Mc 7,1- 23. 

Tres grandes enseñanzas nos regalan el texto de hoy: 

Primera enseñanza: Jesús se dirige a los fariseos y maestros de la ley y su respuesta no puede ser más dura (Mc 7,6-13). En continuidad con la tradición profética cita un texto de Isaías (Is 29,13) –una cachetada con guante blanco- lo cual muestra la claridad con la que responde a sus adversarios que siempre se apoyan en el Antiguo Testamento para defender sus posturas. 

Segunda enseñanza, Jesús se dirige a la gente en un tono muy diferente (Mc 7,14-16). Ya no se trata de una crítica, sino de una exhortación a escuchar y a entender bien. Tampoco alude a la Escritura, sino que da razones de sentido común que apoyan sus ilustraciones. La primera declara puros todos los alimentos y la segunda subraya que la relación con Dios se juega en el interior de cada persona. Esta enseñanza es importante porque en el misterio del corazón del hombre se gestan los 13 vicios que señala Mc 7,22s y únicamente este corazón puede ser sanado por Cristo (Cfr. Comentario bíblico latinoamericano, NT). 

Tercera enseñanza, Jesús habla con sus discípulos que son los destinatarios privilegiados de su enseñanza (Mc 7,17-23). El lugar escogido para hacerlo es la casa, que en Marcos es el espacio preferido para instruirlos. Allí, ante la pregunta de los discípulos que no han entendido, el Maestro, extrañándose de su incomprensión, explica con claridad y paciencia lo mismo que ha dicho a la gente.

Según la mentalidad bíblica el corazón es ese centro en el que se forja lo que la persona es. Por eso es ahí -y no en las manos o el vientre o en ningún otro lugar- donde radica la verdadera fuente de pureza o impureza para el ser humano pues en él anidan todas esas actitudes que pueden dañarle a él y a los demás. No están más cerca de Dios ni son más agradables a sus ojos quienes cumplen con una serie de ritos externos, sino quienes se dejan llevar por la ley que brota de un interior purificado: la ley del amor. Lo que viene de fuera son accidentes que no pueden modificar a la persona. 

Leo nuevamente el evangelio, con calma y con la ayuda del Espíritu Santo me pregunto: ¿a qué me invita el Señor? ¿Con qué ejemplo declara puros los alimentos? ¿Dónde radica la pureza o la impureza del ser humano? ¿Por qué? ¿Qué actitud denuncia Jesús aplicando a sus rivales la cita de Isaías? 

 

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