Soul: «La chispa vital»
Seguramente ya viste, o por lo menos has escuchado hablar de Soul, una película de Disney Pixar que narra la historia de Joe Garner, un profesor de música, quien toda su vida ha soñado con tocar en el mejor club de jazz de la ciudad de Nueva York. Cuando está a punto de lograrlo sufre un accidente y se encuentra frente al «Gran Más Allá». Él no está dispuesto a morir justo antes de su gran oportunidad, por lo que lucha por volver, pero lo único que consigue es llegar al «Gran Antes», lugar en el que se prepara a las almas no nacidas para su vida en la tierra. Ahí se encuentra con el alma 22 quien ha permanecido en el Gran Antes durante milenios y a la que no le interesa venir a este mundo. Joe debe de ayudarle a encontrar una «chispa» o «propósito» que le permita nacer. En esta travesía él descubre que el único sentido de su vida, hasta entonces, era tocar en el club de jazz, y al no lograrlo vivía cada día como una absurda rutina sin ninguna «chispa vital», mientras que el alma 22 va encontrando el verdadero sentido (chispa o propósito) de la vida. En ese mismo descubrimiento hace reflexionar a Joe sobre lo que significa «vivir».
«(…) Yo he venido para que tengan vida y la tenga en abundancia» (Jn 10, 10). Como creyentes podemos reflexionar algunos puntos: primero, la conveniencia o no de permitirnos vivir como Joe, el protagonista del filme, esperando a que se cumplan solo algunas metas que achican la vista, para empezar así a saborear cada día. Al mismo tiempo se puede uno preguntar si conviene aplazar nuestra felicidad hasta que llegue Vida Eterna. Sabemos que aunque el don que Jesús nos comparte está orientado a la eternidad, incluye también esta vida.
Ante las injusticias, las desilusiones, la rutina y las problemáticas de cada día es normal que vayamos perdiendo esa «chispa vital» y nuestra vida se torne rutinaria, como la de Joe, pero es ahí cuando convendría, tal vez, tomar el papel del alma 22 y comenzar a redescubrir la belleza de cada momento, disfrutar cada simpleza, saborear cada instante. Mientras luchamos por alcanzar nuestros sueños, tal vez podemos disfrutar también del paisaje que se nos presenta en el camino; incluidas las desilusiones, las caídas y los errores. Aparece, entonces, un propósito: reconocer el valor de nuestra propia existencia, y vivir en consecuencia.
En estos tiempos, en los que nos ha tocado ver partir a muchos, como creyentes podemos unirnos a su partida orando al Dios de la Vida, y tal vez pidiéndole que nos ayude a descubrir cada día y en cada instante nuestro propósito, nuestra chispa, y entregarnos, con ganas, a esos proyectos mayores y profundos que vienen de parte de Él y que nos hacen mucho bien. Esta puede ser nuestra segunda oportunidad.
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