Somos siervos y daremos cuentas
Actualmente existe una tremenda facilidad para olvidar que llegará el momento de rendir cuentas. Y es que se está muy atento a todo lo que se presenta como inmediato que lo realmente sustancial se va dejando para más tarde. Según el Evangelio no hay nada más fatal que creerse que hay tiempo de sobra. Ahí se ofrece una alerta que desenmascara la ilusión de que un «después» lo resolverá todo, o que la devota expresión «ya Dios dirá» suplirá todo lo que a uno le toca como respuesta de vida. ¡Cuántas oportunidades se pierden por dejar las cosas para mañana!
Las sabidurías del «ahora» y de «todo a corto plazo» aparecen humildes y seguras. Una cosa es vivir en el aquí y en el ahora, como sugieren algunos enfoques psicológicos que buscan la toma de conciencia sana sobre el momento presente; y otra muy distinta es vivirpara el ahora, cuyo adagio se conoce de sobra: «comamos y bebamos que mañana moriremos», que mira más a la superficialidad del goce y a la inmediatez como único criterio de dirección.
Ante esta perspectiva, la mirada del Señor es clara: quiere que sepamos que Dios nos busca y que llegará el momento de un encuentro final. Quiere que nos preparemos para ello. Que se construya ya desde ahora un camino que lleve directo no ante un enemigo o extraño, sino ante los brazos del Padre Bueno que nos aguarda con el más puro amor. Pero que, como toda relación lo solicita, se necesita ese «sí vital» de nuestra parte. Ahí está el drama. Lope de Vega lo ha referido de modo extraordinario: «… ¡Cuántas veces el ángel me decía: “Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía!”. ¡Y cuántas, Hermosura soberana, “mañana le abriremos”, respondía, para lo mismo responder mañana!».
Si esto ya es bastante, no todo termina ahí, ya que el Señor pone el énfasis en los destinatarios de la parábola. Se está refiriendo directamente a todo aquel que se ha dispuesto al servicio de Dios. Quienes han decidido servir y ofrecer su trabajo por amor al Señor también adquieren oficios, encargos y dirigencias. A veces servir implica estar al frente de iniciativas concretas, con personas concretas. Por eso la advertencia. Todo servicio se puede desvirtuar cuando no se asume según el modo de Jesús. En las dinámicas humanas a menudo brotan los deseos de poder, de aparecer y de controlar.
Todo dirigente y servidor de una comunidad, sea quien sea, en el rango que sea, siempre estará tentado a olvidar que su oficio es una responsabilidad y que tiene que dar cuentas de ello ante Dios. Es una pena encontrarse con dirigentes que buscan solo el beneficio de su oficio. En nada, mucho menos en las cosas de Dios, podemos asentarnos como los poderosos soberanos. Nadie es dueño de nada. Humildemente llevamos la administración pobre de nuestra vida. Por ejemplo, nadie puede asentarse como el rector de conciencia de otro usando el nombre de Dios, cuando ello brota solo de la manipulación y el chantaje sin el mínimo de discernimiento y oración. Incluso con ello, nadie es director, solo el Espíritu de Dios, los demás, solo podemos aspirar a ser meros acompañantes.
Ante esta invitación de Jesús a la vigilancia en mis actos y servicios, me pregunto: ¿Qué me sugiere el texto de hoy? ¿Tengo presente que mi vida se encamina hacia los brazos del Padre Bueno que me aguardan? ¿Cómo asumo todo esto? ¿En mi servicio como seguidor del Señor, en mi metro cuadrado, cómo llevo el mensaje de la misericordia de Dios? ¿Desde dónde lo enfoco? ¿Qué busco? Hablo de esto con el Señor.
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