Señor, tengo miedo a ser feliz
¿Te pasa que cuando algo va marchando demasiado bien, entra en ti un sentimiento de desconfianza? A mi me pasa más seguido de lo que quisiera y creo que esa sensación no está alejada del Evangelio de este tercer domingo de Pascua. Los discípulos al ver a Jesús (incluso algunos por segunda vez en el día) se experimentan tan llenos de alegría, que se resistían a creer.
“¡El Mesías resucitado! Jesús, nuestro maestro que había muerto, vive. Seguramente esto no es real, es un fantasma, debe haber otra explicación, ¿estamos soñando?” Pienso que esto pudo haber pasado en sus mentes mientras lo veían, porque el mismo Jesús al conocer sus corazones les exhorta: ¿Por qué no creen, por qué hay esas dudas en su interior?”.
Los discípulos tenían miedo de que su alegría fuera defraudada, que no fuera real ese hecho sorprendente, por miedo a la desilusión, a perderle de nuevo. Si aplicamos esto a nuestra historia, podemos pensar en cuántas cosas no hemos disfrutado por no abandonarnos por completo, por tener una fe a medias, por no creer en Dios y en su paso por nuestra vida.
Hoy Jesús nos invita a no tener miedo de ser felices y de gozar de aquellos regalos que nos ha ganado su resurrección. Hoy nos dice que está aquí, junto a nosotros, dándonos su Espíritu para entenderle, para que, a pesar de las dificultades de la vida, el gozo de saberle resucitado reine en esta Pascua.
En este domingo, cierra un momento tus ojos, imagínate en esa escena de la aparición del Señor y medita: ¿creo realmente que Jesús ha resucitado? ¿Encuentro alguna resistencia a creer en su Palabra? ¿En qué áreas de mi vida descubro infelicidad? ¿Tengo miedo a ser plenamente feliz?
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