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Mario Alberto Castillo Luna

¡Señor, mantén mi lámpara encendida!


El evangelio de este domingo está situado en el contexto del discurso escatológico de Jesús, es la puerta de entrada para el anuncio de su pasión, muerte y resurrección. Lo hace a través de parábolas que hablan sobre la vigilancia, el mayordomo, las diez jóvenes, los talentos y la gran visión del juicio final con la que termina el discurso del Señor. Las tres primeras parábolas plantean en su narración dos comportamientos: uno acertado y otro que lleva al error.

Esta parábola de las diez jóvenes nos invita a estar preparados para cuando el esposo venga, pues nos encontramos cerca del final del año litúrgico y la Iglesia, a través de la Palabra, nos quiere llevar a tomar conciencia de cómo va siendo nuestro caminar hacia el Señor que viene.

Jesús habla de dos actitudes respecto a la espera del esposo:hay cinco jóvenes previsoras que llevan un frasco de aceite junto con su lámpara, pero también señala el Señor a otras cinco que son descuidadas que no llevan aceite de repuesto para cuando se termine el que tienen sus lámparas, no han previsto la demora del esposo.

En esta espera del esposo se encuentra la Iglesia, puesaunque es una certeza la segunda venida del Señor (cf. Mt 25,13), no sabemos el día ni la hora, al igual que las diezjóvenes de la parábola; de allí la importancia y la exhortación a ser previsores, estar preparados para la llegada del esposo.

¿Cómo podemos prever la reserva de aceite para nuestras lámparas? La clave para que no se nos acabe el aceite es el amor y la misericordia en las acciones de nuestro caminar cotidiano, que se renueva cada vez más en la oración y en el encuentro con el Señor. Este evangelio nos invita a no ser indiferentes ni a evadir lo que nos toca a cada uno como cristianos, sino asumir con nuestra vida el seguimiento y discipulado del Señor; y la luz que cada uno tiene en sus lámparas, es única, no se puede compartir este tipo de aceite, porque todos aportamos una luz distinta que Dios ha depositado en cada uno de nosotros.

El papa Francisco respecto a esta parábola dice: «La lámpara, cuando comienza a debilitarse, tenemos que recargar la batería. ¿Cuál es el aceite del cristiano? ¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la oración. Tú puedes hacer muchas cosas, muchas obras, incluso obras de misericordia, puedes hacer muchas cosas grandes por la Iglesia —una universidad católica, un colegio, un hospital...—, e incluso te harán un monumento de bienhechor de la Iglesia, pero si no rezas todo esto no aportará luz. Cuántas obras se convierten en algo oscuro, por falta de luz, por falta de oración de corazón».

A la luz de este evangelio me pregunto: ¿estoy listo para cuando llegue el Señor? ¿Qué necesito para mantener mi lámpara encendida? Pido al Señor la luz de su Espíritu para poder reconocer mi verdad delante de Él, dejarme ayudar y transformar por su amor, que me prepare y haga estar listo para su llegada. Pido al Señor que no sea descuidado e indiferente, que no se debilite en mí la capacidad de amar para que mi lámpara permanezca encendida.

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