Señor, aquí están también mis cinco panes y dos pescados.
El evangelio es una experiencia que da vida a las personas cuando dejamos que nos interpele; toca el corazón y lo transforma. En este domingo escuchamos a san Juan 6,1-15. El pan de vida. «La multiplicación de los panes». Dejemos, desde ahora, que su Palabra nos mueva a vivir para los demás.
Con respecto a este fragmento del evangelio, una vez escuché decir a un sacerdote lo siguiente: «El milagro de la multiplicación, probablemente, se dio cuando miraron a aquel joven compartiendo sus cinco panes y dos pescados».No es la gran exégesis, pero me hizo reflexionar la sabiduría de esas palabras. Viendo cómo alguien da de lo suyo, comparte y se desprende, mueve el deseo de compartir a los otros. Ahí nace el milagro. Es aquí donde me pregunto y trato de responderle a Jesús: ¿Me siento movido para compartir lo tengo con los demás o solamente he pensado en mí? ¿Quién o quiénes en mi camino me han enseñado a compartir? También es valioso compartir nuestra vida, nuestro tiempo, nuestra compañía, amistad...
Por otro lado, me vino a la mente la experiencia de otro sacerdote que comentó: «Contemplando la escena de la multiplicación y mirando al Señor, mientras Él hablaba, me di cuenta de que en mi bolsillo también llevaba un pan». En la vida también llevamos nuestras provisiones, por si hicieran falta para el camino. Siempre tenemos algo que compartir, a lo mejor es poco a los ojos propios y de los demás, «qué es esto para tanta gente» (Jn 6,9), pero cuando confiamos y compartimos, el Señor lo multiplica para todos. En nuestra humanidad llevar algo en el bolsillo habla de nuestras seguridades, y creemos que nos va hacer falta, pero el Señor, no nos deja, la vida nos enseña que cuando se comparte, Dios nos da más, lo multiplica y así hay «más alegría en dar que en recibir». ¡No nos abandona el Señor!Por lo tanto, la invitación es a confiar. ¿A qué me siento invitado a compartir hoy? ¿Con qué cuento en este momento? ¿Hay algunas voces que me desaniman y no me permiten confiar y dar lo mejor de mí? Líbrame Señor de compararme y, por tanto, creer que es poco lo que tengo y puedo dar.
Finalmente hablo con el Señor y le digo: Jesús aquí están también mis cinco panes y dos pescados, es lo que tengo Señor, y ante tus ojos, no es poco, es muy valioso. No me pides más de aquello que no puedo dar. En un mundo cuyas voces son de mucha exigencia y reclamo me invitas a dar lo que tengo. Le pongo nombre a todo aquello que me siento invitado a compartir, dejando los temores, las miradas, y voces que desaniman, pues a tus ojos Señor, ves bueno lo que tengo en el corazón y el deseo de salir de mí, para compartir de lo que Tú me has regalado haciendo la vida más humana, más fraterna y más solidaria.
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