Segunda llamada a la conversión
En tiempos de Jesús, como en nuestros días, mucha gente comenta los sucesos, sobre todo los que causan sufrimiento y muerte y se cuestiona si de algún modo, tales hechos serán un castigo divino debido al pecado de los hombres. En este pasaje evangélico, la gente le hace saber a Jesús, la masacre de unos galileos a quienes Pilatos mandó matar. El Señor pregunta: ¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los demás? La respuesta es categórica: “Les aseguro que no.” Y transforma este hecho en un examen de conciencia para sus oyentes: “… y si ustedes no se convierten, acabarán de la misma manera.”
Para reforzar su argumento, Jesús comenta otro acontecimiento de aquel tiempo: el derrumbe de una torre que aplastó y mató a varios. El comentario de la gente: “¡Castigo de Dios!” La respuesta de Cristo: “Les aseguro que no y si ustedes no se convierten, acabarán igual.” Su intención es que llegue a todos la llamada de Dios al cambio y a la conversión; tener la capacidad de interpretar los signos de los tiempos, pero con mirada de fe.
Al inicio de esta cuaresma, escuchábamos decir al Señor: “Aún es tiempo, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso.” Este domingo, que marca la mitad del camino cuaresmal, percibimos una segunda llamada: -la conversión es hoy,- porque no conocemos el día, ni la hora.
Pedagógicamente, san Lucas coloca enseguida la parábola de la higuera que no da fruto y deja que cada uno de nosotros descubra su interpretación. Un hombre tenía una higuera plantada en su propiedad y durante tres años no había dado fruto, por eso le dice al hortelano: “¡Córtala!” Pero éste respondió: ¡Señor, déjala todavía este año …si no da fruto, entonces la cortaré!
¿Cuál es su significado? El dueño del terreno y de la higuera, es Dios, la higuera es el pueblo de Israel, ¡pero también, cada uno de nosotros! Jesús es el hortelano. El dueño del huerto se ha cansado de buscar frutos en la higuera y no los ha encontrado, decide talarla y reemplazarla por otro árbol que sí de frutos. Jesús, el hortelano, pide que se deje a la higuera un poco más; aumentará sus esfuerzos en ella, removiendo la tierra y abonándola.
Llama enormemente la atención, la actitud del cuidador del huerto que sale en defensa del árbol sentenciado e insiste al dueño abrir un periodo de gracia y misericordia. En efecto, Cristo Jesús es el intercesor ante el Padre, siempre en favor nuestro.
APLICACIÓN: Estoy vivo, pero, ¿estoy dando el fruto que Dios espera?
El primer fruto de la conversión es el amor. ¿Cómo estoy ejerciendo las obras de misericordia?
Confronta esta Palabra con tu vida y haz una oración, pidiendo al Señor tu conversión y la de tus cercanos.
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