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Foto del escritorErnesto Cuevas Fernández

Retiro en el desierto

Actualizado: 28 feb 2021



Una de las certezas que nos brinda el Evangelio es que el mismo Señor Jesús fundó la Cuaresma; el pequeño fragmento de este domingo, narrado por san Marcos, nos refiere lo esencial de este hecho en tres acciones:

- Jesús fue impulsado por el Espíritu a retirarse al desierto.

- En dicho lugar permaneció cuarenta días.

- Ahí fue tentado por Satanás.


¿Quién llevó a Jesús al desierto?

No fue el espíritu del mal, sino el Espíritu Santo; el mismo que habita en nosotros y nos inspira y fortalece para realizar toda obra buena, aún la más mínima; el que nos hace llamar a Dios, Abba, es decir, Padre.


Fue tentado por Satanás

Terminada la cuarentena, inmerso en la oración, con la práctica del ayuno corporal y en el retiro más completo, Cristo Jesús siente el embate del tentador que lo instiga a que haga lo que desagrada al Señor. Recordemos que tentar y probar tienen el mismo sentido. Hablamos de tentación cuando sentimos la presión de nuestros malos instintos o cuando nos vemos arrastrados al mal por las circunstancias. Jesús no tenía nuestros malos instintos pero el Espíritu lo indujo a probarse a sí mismo y es ahí donde sintió más fuertes las sugerencias del maligno y su fragilidad como criatura para que se desviara de su misión. Superada la prueba, se nos narra este versículo alentador: “…y los ángeles le servían” ¿Qué significa esto? Que todo aquel que se esmera en hacer la voluntad de Dios, recibe la gracia divina, la fuerza de lo alto para llevarla a cabo; no luchamos solos; “Nuestro auxilio es el Nombre del Señor.”


Pues bien, ¡Henos en Cuaresma! Iniciemos este camino hacia la Pascua, sabiendo que con nosotros y en nosotros está el Redentor y que el protagonista de la Cuaresma no eres tú ni somos nosotros con nuestros esfuerzos, sino la acción de Dios en nosotros; su Palabra que nos guía y la fuerza de su vida y de su amor que se expresan y se nos comunican en la Santa Eucaristía y en los demás Sacramentos.


Para reflexionar y actuar:

¿Cómo he redistribuido mi tiempo, en esta ya prolongada “cuarentena” provocada por la pandemia que enfrentamos, para dejar espacio a la meditación de la Palabra de Dios y a la oración? La penitencia en la cuaresma también incluye lo exterior y social. ¿Qué acto concreto haré en este tiempo en favor de mi prójimo, sobre todo del más necesitado? ¿Sé invocar con fe al Espíritu Santo cuando estoy en un momento complicado o cuando siento mi debilidad como ser humano? ¿Qué me nace expresarle al Señor, a partir de todo esto?

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