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Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez

¿Quién es Jesús para ti?


Ante esta pregunta pueden saltar, de bote pronto, muchas respuestas doctrinales como las siguientes: es mi salvador, mi rey, mi Señor, el dador de vida, es mi padre, etc. Que de entrada son buenas respuestas, pero el evangelio de hoy nos invita a ir a profundidad y replantarnos esta cuestión a nivel existencial.

La pregunta, pues, toca realidades últimas y definitivas a las que el hombre rinde pleitesía y ante las que acaba postrándose e inclusos algunos entregando la vida. En el caso de la vida cristiana se invita a un largo camino a través de la espiritualidad y en este itinerario es necesario replantearse esta misma pregunta y cada vez invita a niveles más profundos.

Evidentemente Cristo no es para mí ni para ti hoy lo que era hace 20 o 30 años, sin duda en una edad infantil dimos respuesta a esta pregunta y tal vez el contenido de ella estaba cargada de idealismo o de desconocimiento propio y de Dios. Hoy el Señor nuevamente pone delante nosotros esta interrogante y con más conciencia podemos decir; Tú eres mi salvador porque me has salvado de tal situación… Tú eres mi Señor porque hoy yo me reconozco como tu criatura y sé que todo procede de ti, Tú eres el dador de vida porque después de tal situación en peligro de muerte me das una segunda oportunidad para seguir viviendo.

Pedro, representando a los discípulos (y por lo tanto, a cada uno de los cristianos de todas las épocas), toma la palabra y responde: Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo. Todo se juega en la profundidad de esta breve palabra; Tú. Ese tú encierra la mirada abrasadora de dos personas que se encuentran, de dos existencias que se entrelazan, la conciencia de vivir el uno para el otro y solo así el tú puede significar: el amor, el sentido de la vida, el interés prioritario, la felicidad encontrada, el gozo de estar vivos porque estamos con ese tú y hacemos camino y vida juntos. En un instante, Simón hace síntesis, no de sus conocimientos teológicos o doctrinales, sino de una vida misma y de lo que ésta ha cambiado desde que ese hombre que tiene delante pasó a su lado una mañana en la orilla del mar de Galilea, cuando él remendaba sus redes.

Me detengo un momento, preparo mi espacio para la oración y delante de Jesús me replanteo esta pregunta perenne ¿Quién es Jesús para mí? Pido su luz para que me ayude a reconocerlo a lo largo de mi vida, haciendo uso de la memoria recuerdo las respuestas que di en mis primeros años de vida, acto seguido recuerdo esa experiencia que he tenido de Dios y que hoy me permite decirle ¡Tú eres mi Señor! Agradezco por la experiencia brindada y le pido su amor y su gracia para seguir el camino de discípulo.

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