Quisiéramos ver a Jesús
No dejamos de ser personas que buscan a Dios. Todos, los chicos, los grandes, los que no conocen su Evangelio, los que lo conocen y siguen buscando más de Él, los que sufren, los que están enfermos, los que sufrieron una pérdida irreparable, los que son felices, los que sienten monotonía en sus vidas, los que lo tienen todo y aún así se sienten vacíos… Todos buscamos a Dios, aún los que no saben que lo están buscando.
Sin embargo, en el Evangelio de hoy observamos algo curioso. Las personas que llegaron a Jerusalén, no se dirigen directamente a Jesús. Buscan a Felipe, de Galilea, y a él le piden: “quisiéramos ver a Jesús”. Esto nos hace reflexionar cómo la fe es transmitida de persona a persona, y cómo es más fácil para quienes buscan a Jesús, acercarse a alguien que ya lo ha conocido. Se acercan y expresan su necesidad de Dios ante sus circunstancias tan diversas, pero que finalmente, es la misma urgencia del alma por encontrarse con su creador. Felipe se lo dice a Andrés, buscando a alguien que también tenía una mayor cercanía con Jesús. Y Andrés lleva a Felipe hacia Jesús, para que juntos le expresen que quieren verlo.
¿Quién me llevó a mi hacia Jesús? ¿Fueron mis padres? ¿Mis abuelos? ¿El que me invitó a algún retiro al que fui sin estar muy convencido? ¿Fue un video o un mensaje que me envió una persona justo cuando más lo necesitaba? Jesús, más que ser accidental, es siempre preciso en llegar a nosotros en el momento más oportuno y por medio de la persona adecuada. Y, posteriormente, sale a nuestro encuentro por medio de su enseñanza y de una invitación que es personal: “el que quiere servirme, que me siga”. Habrá quien al escuchar su voz, haga oídos sordos a su llamado, habrá quienes lo sigan, habrá quienes duden ante su llamado y finalmente accedan. Pero ese llamado llega a todos, sin excepción, de forma personal.
Reflexiono con las palabras del Evangelio de hoy y pienso en aquella persona que, sabiéndolo o no, me llevó a mi encuentro personal con Dios. Oro por él o por ella, por su llamado personal, por su testimonio y por su vida. Oro para que, donde quiera que esté, siga siendo instrumento de Dios para llevar a otros a su encuentro.
Me pregunto también, al leer el Evangelio de San Juan: ¿soy como Felipe? ¿Llevo a otras personas a Jesús? ¿me muestro accesible ante quienes quieren conocerlo? ¿soy testimonio vivo del amor que Jesús me tiene, y le tiene a los demás? Pido a Jesús en este día y siempre la gracia de reflejarlo ante los demás, y de llevar a su encuentro a todas las almas que Él me permita.
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