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Foto del escritorPbro. Artemio

Quien no ayuda no ama





Este domingo el evangelio incluye muchos temas que podrían meditarse cada uno por separado. Se antoja más bien que el lector contacte con alguno de ellos y medite según lo que más le figure. Así, en eso que le haga significado, puede ir abriendo brecha, junto con el Espíritu de Dios, hacia un destino que el Señor le guíe.


En este espacio se tocará un tema preciso y se hará una aproximación de meditación sugerida para que el lector pueda servirse de ella, sin excluir a los demás elementos que contiene el mismo fragmento evangélico antes mencionado.


Dice Jesús: «El que dé a beber una vaso de agua por el hecho de ser de Cristo, en verdad les digo que no quedará sin recompensa» Mt 9, 41. La enseñanza de esta invitación del Señor es sencilla y muy saludable. Dar de beber un vaso de agua cuesta apenas un poco de esfuerzo y da mucha salud a quien la recibe. Es un gesto que expresa amabilidad, cordialidad y apertura, es decir, con ello se consigue salir de uno mismo.


Lamentablemente lo simple, lo sencillo, lo cotidiano lleva la tentación de perderse en medio de la vorágine de lo espectacular y llamativo que prima en las sociedades actuales. Pero, desde el ángulo del Señor, es lo que «no quedará sin recompensa». No se nos está pidiendo que hagamos grandes cosas (aunque muchos llevan la tentación de estar esperando ese «gran» momento, de «gran» impacto para decidirse salir de sí mismos y ayudar a los demás). Ayudar a una persona es algo muy sencillo, basta que uno lo decida y se anime para que se pueda lograr.


Lo que se lee en las redes sociales, en los MCS y lo que se percibe en las calles es una disminución de este tipo de ayuda humanitaria. Parece que se ha perdido esa sensibilidad, argumentando no sé que tantas excusas para ello. Nos ha invadido la mezquindad y hemos reducido el trato a los demás desde alguna bandera ideológica que «hay que defender a capa y espada» y se nos ha escapado lo más elemental y humano que es la amabilidad y la cordialidad. Confiados más en nuestros razonamientos «bien argumentados» actuamos muchas veces en detrimento de los supuestos «enemigos» a derrocar. Cada vez duele más vivir en una sociedad así.


Por eso el evangelio se hace más actual que nunca. La razón de ayudar es que la persona necesitada pertenece a Jesús a quien nosotros nos jactamos de decirnos sus seguidores y discípulos. En un sentido evangélico, alguien que es de Cristo, se refiere a cualquier persona en necesidad. Por los necesitados vino el Señor y es a quienes tiene muy en cuenta. Él hace la opción preferencial por la persona que clama al cielo y pide ayuda a Dios. Jesús mismo en persona ayudó siempre e invitó a pertenecer a la familia de Dios a todos los que experimentaban cualquier tipo de necesidad. Él les ayudaba, les sanaba, les salvaba, les resucitaba, les reivindicaba y les devolvía la dignidad. De ahí que nosotros estemos llamados a vivir lo mismo, a recibirlo en primera persona de parte de Él, pero también a saberlo brindar a los demás.


Nótese lo simple que es la ayuda. Se nos dice que demos las cosas sencillas que puede dar cualquiera. No hay argumento que valga la pena para resistirse a ayudar. A quien sea. Ayudar es una manera muy directa de amar.


Lee nuevamente el texto y medita: ¿Qué te dice todo esto? ¿A qué te invita? ¿Te has sentido alguna vez auxiliada (o) por el Señor, por los demás? ¿Cómo recibiste el apoyo o la ayuda? Revisa tu mundo vital y descubre las facilidades y dificultades que te aparecen ante la invitación de ayudar a los demás. ¿Con quién se te facilita más? ¿Por qué? ¿Con quién o quiénes concretamente se te dificulta? ¿Qué te dice la expresión: «cualquier persona necesitada es de Cristo»? ¿Qué se mueve en tu interior? Platica de esto con el Señor. Saca provecho de todo ello.

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Virginia Morales Colorado
Virginia Morales Colorado
26 Eyl 2021

Amén.

Beğen
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