Presencia que ama

En cada instante de la vida encontramos a Dios; presencia que ama y obsequia. Tener fe es advertir y disfrutar esa presencia que continuamente nos ama, y se nos obsequia en Cristo nacido en Belén, misterio de la Encarnación, Dios hecho hombre: Emanuel “Dios entre nosotros, para nosotros y por nosotros”.

Gracias a la fe, Cristo se convierte en luz que ilumina gradualmente la vida de todos nosotros; así lo afirma Él mismo: “yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas” …

El tiempo es un sacramento, del encuentro del hombre con Dios. Todo momento es un Tesoro evangélico porque es la presencia que exhorta a algo. Recibimos el tiempo desde la existencia, el don de la respiración, de la alimentación, de la amistad; el don de cada momento de la vida.

Es de gran importancia que creas en esta presencia permanente, que se nos presenta de muy diversas maneras.

Dios quiere que todo sea bueno; incluso del mal trata de sacar algo bueno. El mal no puede ser gracia de Dios, pero en su omnipotencia y su infinita misericordia, también puede sacar cosas buenas para nuestra conversión.

El pecado nunca será gracia, pero el momento en que pecas está lleno de gracia. Incluso cuando pecas mucho; Él está, junto a ti y te ama; incesantemente estamos sumergidos en el amor misericordioso de Dios, que jamás nos abandona. Y si creyeras en esto, seguramente no pecarías, y te llenarías de alegría espiritual.