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Foto del escritorPbro. Artemio

¿Por qué se necesita cultivar la interioridad?



Todo movimiento o cambio, si quiere ser permanente, debe provocarse desde el interior de la persona. Lo exterior sigue a lo interior y en el interior está Dios. El Reino de los Cielos comienza dentro del corazón (espacio interior) del ser humano, esto implica mirar en la dirección de la interioridad.


Pero, ¿qué es eso de la interioridad? Me voy a apoyar del texto Crear cultura de interioridad. En el aula, en la pastoral y en la vida diaria de Carmen Jalón Oliveras, quien comparte con Javier Melloni SJ y un gran equipo de trabajo, proyectos de promoción de la vida interior. Ellos se han dirigido a los niños y a los adolescentes como primeros destinatarios para que ya, desde esas tempranas edades, aprendan y fomenten el cultivo de la interioridad.


Lo primero que ahí se ofrece es la misma definición: «La interioridad hace referencia a ese ámbito íntimo, delicado y esencial de la persona donde nos encontramos con lo que somos, ese espacio intrapersonal donde acogemos las resonancias que nos llegan del mundo exterior, donde saboreamos, sentimos, imaginamos, recordamos, reflexionamos, anhelamos, trascendemos». Por tanto, se concluye que es un espacio que nos constituye radicalmente y que convoca elementos tanto intangibles como muy concretos.

Es interesante descubrir que en dichos estudios e investigaciones se encontró, con sorpresa, que el mundo interior también congregaba elementos tangibles, tales como el mismo cuerpo, ya que se expresa que desde antiguo, muchas tradiciones religiosas, incluido el Cristianismo, incorporaron elementos que hasta recientemente no se habían considerado: como la corporeidad, las emociones, la atención plena, etc. Incluso se ha observado cómo la interioridad trata de atender a la continua interacción entre lo interior y lo exterior, porque se afirma con certeza que «“interioridad” no se contrapone a “exterioridad”, sino a “dispersión” y a “superficialidad”» (J. Melloni).


En este sentido, se comparte que la interioridad no es una moda, tal como lo vemos en el marketing de hoy en día, sino un hallazgo que se logra horadando la realidad, con la certeza de que en ella manan las fuentes de la vida. Porque, se afirma con contundencia, que Dios no es externo a las cosas sino que las sostiene desde su profundidad: «Deus intimor intimo meo»: Dios es más íntimo que mi propia intimidad» (san Agustín). A Dios lo encontramos dentro de nosotros, en ese espacio que el mundo judío concibió como el corazón.


¿Cómo trabajar la interioridad? La respuesta es corta, se trata de cultivarla, es decir, de conectar con ese ámbito interior que poseemos. Aquí se hizo una oportuna distinción para comprender mejor esta idea: «experienciar» no es lo mismo que «experimentar». La experimentación se hace con objetos externos, sin implicación personal por parte del que experimenta, mientras que la experienciación tiene que ver con uno mismo e incorpora a toda la persona. Cultivar la interioridad es experienciar. Y lo importante de la experienciación es el recorrido, ya que no se trata de experiencias puntuales, sino procesuales.


Si nos damos cuenta, es todo un planteamiento de inmersión. Se expone que cuanto más honda y plena sea dicha inmersión, más rica será la integración. En este sentido, profundidad y unificación son correlativos: cuanto más honda es la excavación, más consistente y vigorosa será la integración porque alcanza a la persona en sus capas más hondas y no en sus zonas dispersas y superficiales. En este cultivo de lo interior se tienen en cuenta, entonces, las dimensiones: socio-corporal, psicológico-emocional y espiritual. Como ya se mencionó, también el cuerpo es parte de nuestra interiorización, ya que se busca la integración total del ser.


Con todo esto, nos damos cuenta de que el cultivo de la interioridad lleva al cultivo del ser. Hoy vivimos inmersos en una cultura basada en la adquisición (consumo). Justo, la propuesta del ser y de la interioridad viene a contradecir esa forma de vida. Invita a dar un salto necesario. Pero ese paso del tener al ser se hace por conciencia y por entrega.


¿Por qué es importante cultivar la interioridad? Finalmente, se ofrecen cinco argumentos que defienden la importancia del cultivo de la interioridad:


  1. Porque es el lugar fértil donde puede crecer y desarrollarse una vida psicológica y espiritual integrada. Es donde reside el bien-ser, el bien-estar y la felicidad.

  2. Porque se crece en la conciencia, en el conocimiento y la profundidad personal, para descubrir los recursos interiores. En este sentido, cultivar la interioridad puede ser el motor para potenciar las inteligencias múltiples, ya que la autoconciencia y el auto autoconocimiento nos llevan a descubrir las cualidades propias, nuestras habilidades y nuestros talentos.

  3. Porque cultivar el mundo interior nos capacita para descubrir la propia interioridad como fuente de paz, belleza, humor y disfrute; también para favorecer las experiencias de apertura y fluidez por la atención plena al momento y al acto presente. Cultivar el mundo interior nos capacita para escuchar y para escucharnos.

  4. Porque nos ayuda a detectar las claves que permiten conectar con lo que los otros son, generando una renovada conciencia relacional, una conciencia de unidad con los demás, con todos los seres y formas de vida.

  5. Finalmente, y no por ello menos importante, porque cultivando el mundo interior estamos cultivando la dimensión espiritual y trascendente de la persona y la posibilidad del encuentro con Dios desde el recibimiento y la hospitalidad. El cultivo de la dimensión espiritual faculta para construir esa libertad responsable que es necesaria para aceptar el encuentro con quien me recibe y para articular una respuesta personal a la invitación de Dios.


A modo de conclusión: «La interioridad no es sino la afirmación más rotunda de la individuación. Es autoconciencia, autorreflexión. El individuo debe conocerse a sí mismo y reconocer su interioridad y asumirla con responsabilidad. Respetar la existencia del otro es respetarse a uno mismo: el otro está dentro del yo, por tanto debemos amar al otro como a nosotros, porque el otro es nosotros mismos […] La búsqueda de la interioridad [y de Dios dentro de nosotros] es uno de los caminos para terminar con los sistemas que atentan contra la vida. Si la interioridad es respeto, entonces tenemos la clave para erradicar la injusticia y la desigualdad en la distribución de los recursos. La crisis del futuro humano es evidente. Tenemos un compromiso con los otros y la única forma de asumir ese compromiso es descubrir nuestra interioridad» Enrique Dussel.

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