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Pbro. Edgar Sánchez Sánchez

Permanezcan en mí


La imagen de la vid y los sarmientos que presenta Jesús en el Evangelio nos ayuda a entender la relación necesaria entre nosotros y Dios; una relación que nos fortifica y nos da vida. Cualquier árbol frutal es buena ejemplo para entenderlo. Hay veces en que el árbol se seca por falta de riego; otras veces es una rama seca la que no da fruto. Todos tenemos un terreno en la vida que debemos cultivar, como lo hace un buen labrador paciente. Las ramas que no sirven se echan al fuego, y las que sirven se podan para que den más fruto.


Jesús es como la savia. Así es su Palabra, su sangre, su cuerpo. El cristiano está llamado a estar unido a Cristo y a todos los hermanos. Jesús, Primogénito de la nueva humanidad y Señor de la comunidad de creyentes, se dirige a la casa del Padre a través de un nuevo Éxodo y una nueva Pascua para preparar una morada a sus discípulos.


El verdadero dinamismo cristiano se muestra en la unión del creyente con Jesús, o de la Palabra de Jesús en el discípulo. Ser discípulo es dar gloria al Padre y ofrecer frutos en el mundo. De allí la necesidad de permanecer en una relación constante con el Señor. Permanezcan en mí…dice el Señor.


Leo de nuevo el texto y medito: ¿Hoy qué tan conectado estoy del Señor? ¿Me siento realmente injertado en Él? Si no es así, ¿qué me lo está impidiendo? Hablo de esto con el Señor.

 

 

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