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Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez

Nos llama amigos


Y es que, nuestro Dios no deja de sorprendernos. Aun cuando pudiéramos pensar que Dios nos llama a darle culto desde nuestra pequeñez, frente a su incomprensible grandeza, y que debemos orar sin parar para ver si conseguimos alguna miga de su parte, todo parece indicar que ese tipo de pensamientos están lo más fuera de lugar. Vaya que el evangelio nos sorprende siempre, pero escuchar hoy a Jesús decir, “a ustedes los llamo amigos” (Jn 15, 15), eso sí nos deja fríos. Esto choca con todas las formas. ¿Cuáles han sido mis experiencias de amistad?, ¿cómo es mi relación con Dios?, ¿vivo como amigo de Jesús?

“Como el Padre me amó así los amo yo”. No tenemos que hacer nada para merecer una mirada de Dios, no debemos suplicarle o mendigarle que nos mire y nos ayude, porque con ese amor sobrenatural con el que el Padre ama al Hijo, con ese amor que no alcanzamos a comprender, es con el que el Hijo nos ama. La vida consiste en permanecer en ese amor, si nos viene bien, si deseamos, si es que lo queremos, el amor es un don, nadie está obligado a permanecer ahí, es “permanencia voluntaria”. ¿Qué me hace sentir y pensar esto?, ¿cómo experimento en cosas concretas el amor de Dios?

“Para que participen de mi alegría y su alegría sea plena”, la llamada del Hijo es para que alcancemos la alegría en plenitud que comenzamos a degustar en esta vida, pero no se trata de los contentos pasajeros, sino de una cuestión de fondo más que de forma. No es la risa fingida con la que posamos al capturar una foto. Es la alegría del Hijo que permaneció siempre en el Padre, ese es el llamado que se nos hace a vivir en la dimensión de la alegría. Vaya que esto es contracultural en este ambiente que tiene todo para volvernos neuróticos y sin esperanza. Jesús nos llama a participar de su alegría. ¿Qué situaciones tratan de secuestrar mi alegría?

“Elegidos para dar un fruto que permanezca”, nuestro Amigo Jesús que no nos trata como a siervos sino como amigos merecedores de su vida, nos ha llamado a dar fruto. Es como algo que viene en cadena: ese Dios que nos ama, nos llama amigos, no nos trata como a siervos, nos invita a la alegría y a dar frutos con los dones y talentos que nos ha concedido. 

Si deseo puedo leer de nuevo el texto (Jn 15, 9-17) y elijo la pregunta que quiera, y la utilizo como un pretexto para dialogar de ello con Jesús. 

¡Señor, concédenos la gracia de conocerte como un amigo a un amigo, para quedarnos contigo, recorriendo tu camino!

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