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Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez

Muchos enemigos para una sola semilla.


Este peculiar sembrador desconcierta a todo el que sepa un poco de agricultura. Pues sabido es que sembrar implica un protocolo especialísimo: atender a la estación del año, a la época de lluvia según la semilla, incluso las fases lunares. La tierra se prepara con mucho cuidado, se abona. En fin, todo un ritual bellísimo. Ningún buen sembrador hace lo que ahora leemos, aventar la semilla sin cuidado a ver dónde cae, en otras palabras, desperdiciarla. ¿Qué despierta en mí que Jesús se compare con un humilde sembrador?, Dios en el mundo no se compara con alguien poderoso, fuerte, inteligente, estratega, ¿qué me hace pensar eso sobre mí?


El tema de fondo de esta bellísima parábola que Jesús mismo explica, es la respuesta del hombre al plan de salvación que Dios nos ofrece. Por eso avienta su semilla a diestra y siniestra, sin importar el terreno. ¡Su parte ya está hecha! La salvación es un don que Dios nos da porque Él es bueno y nos quiere plenos. El asunto es la respuesta, en donde ya no entra Dios. La respuesta es responsabilidad de cada uno.¿Cómo es mi respuesta?, si tuviera que mirarme como uno de los terrenos descritos, ¿con cual siento mayor semejanza?, ¿qué estoy dispuesto a hacer?


Al Señor Jesús le gustaba mucho hablar de frutos, de respuesta, de evidencias claras y concretas. Así pues, un buen terreno se conoce por sus frutos. ¿Cuáles son mis frutos?

Sí, nos cuesta comprender el plan de Dios y su Palabra. La perseverancia es un reto para todos. Nos seducen las riquezas, las preocupaciones nos distraen, ¡no somos los mejores!, pero estamos dando frutos. ¿Cuántos?, ¡eso no importa!, unos cien, otros sesenta, unos más treinta. ¡Lo importante es dar frutos!, frutos para que, viendo sus buenas obras den gloria al Padre (cfr. Mt 5,16).


Dialogo con el Señor de todo esto.

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