Las estaciones en mi vida
Las estaciones del año son reflejo del paso del tiempo en nuestra vida y marcan cambios significativos en nuestro entorno. Para mí, estos periodos han sido parte importante de mi descubrimiento personal ya que me han permitido entender que todo es creación de Dios, existe por algo y para algo en nuestra existencia. Es en esta experiencia donde me he sentido vinculada a Su amor en la vida cotidiana.
Cada estación del año representa etapas, momentos y situaciones que nos enseñan, orientan, invitan y acercan a una vida con Dios. El verano es tiempo cambiante, en ocasiones caluroso, en otras lluvioso. Por ello, vivimos en una constante invitación a planear, pensar y orientar el camino de nuestra vida, para que ningún día se tenga por sentado sino siempre seguir en movimiento. El otoño nos invita a soltar todo lo que ya está seco, se murió o simplemente dejó de funcionar en nuestra vida y nos pide confiar, entregarse a Dios y seguir nuestro camino. El invierno es un momento de recogimiento, para acercarnos a nuestros seres queridos, buscar en ellos un encuentro de amor y perdón que nos lleva hacia la esperanza, así como protegernos del frío exterior y buscar el calor interior que viene de Dios. Y llega la primavera, una estación que nos muestra todo lo que hemos sembrado, florece lo que hemos plantado, haciendo evidentes los frutos alcanzados y aprendizajes adquiridos.
De las cuatro estaciones, me gustaría poner mayor atención en la primavera porque a mi parecer es donde podemos apreciar más en movimiento la vida creada por Dios, nacen distintas variedades de animales, plantas y flores cada una de ellas con sus características propias, colores y formas que aunque se parecen tienen diferencias que las hacen únicas en su especie, de esta manera podemos vincular a la vida que nace en primavera con el ser humano que además de ser creado por Dios es único y tiene sus propias características, ningún ser Humano es igual a otro y eso hace que cada uno de nosotros tenga nuestra propia identidad y sello, por lo que al hablar del Enfoque Centrado en la Persona, nos sirve para reconocer que nadie más podrá ser, sentir, pensar o actuar exactamente igual a otro y para lograr un vínculo especial de amor y de acompañamiento se requiere “descalzarse” (quitarse los zapatos) porque a donde vamos a entrar es un terreno sagrado que Dios pensó y creo por amor y para amar, que existe y requiere de aceptación profunda e incondicional, tener disponibilidad para aceptar al otro, siendo OTRO, sin etiquetar, juzgar cambiar o limitar.
La primavera al igual que El Enfoque centrado en la persona no espera que todos alcancemos los mismos frutos en la misma temporada, sino sabe y reconoce los ritmos distintos, a lo que nos invita es a vivir como Jesús lo hacía, respetando al otro, escuchando al otro y acompañándolo.
Conocernos bajo una mirada centrado en la persona que nos permite un encuentro con nosotros mismos y los demás, después de un proceso de asimilación del cambio, del desapego y del acercamiento con los otros. A cada persona, según su propia historia, le muestra lo que ha aprendido y es congruente con quien es.
También a través del enfoque centrado en la persona podemos apreciar las bendiciones recibidas por Dios, las muestras de amor que ha tenido por nosotros y la forma en la que nos ha acompañado en nuestra vida, nos enseña qué, así como los frutos en la primavera dependen del cuidado y alimento que haya recibido la tierra, para ser tierra fértil necesitamos trabajar en nosotros mismos, ponernos abono (oración y escucha de la palabra), curarnos con amor y aceptar nuestras características y limitaciones.
Dios nos hizo con tanto amor y aceptación incondicional que, así como somos nos ama, no necesitamos hacer nada para agradar a Dios, quitarnos nada ni ponernos nada, Él nos conoce, nos acompaña y nos ama por quienes somos y esto nos invita a reflexionar:¿yo hago lo mismo hacia los demás? ¿ los escucho sin juzgar?, les permito crecer en libertad? Y estas preguntas no es para enjuiciarnos ni sentirnos malos, sino es una invitación a vivir acompañando al otro, escuchándolo en sus alegrías y tristezas moviéndonos con él, pero sin querer resolverle la vida, sin imponer soluciones que desde nuestro punto de vista deberían ser, este camino y enfoque nos pide el contacto con Dios con uno mismo y con el prójimo.
Claro que no es tarea fácil, requiere de ayuda divina y profesional dejándote de ver como alguien que tiene que ser para, sino que es y está, que puede acompañar a otros y dejarse acompañar por alguien. Por eso mismo observemos con amor los frutos en nuestra vida que ésta primavera está dejando ver siempre de la mano de Dios.
Señor Jesús enséñame a AMAR como Tú me amas.
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