Las distancias del corazón
Jesús y sus discípulos atraviesan Galilea y, mientras van de camino, Él les va enseñando: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto resucitará» (Mc 9,30). Los discípulos, de momento, no entienden estas palabras y por miedo no piden explicaciones. Y su tema de conversación se vuelve otro: ¿quién es el más importante?
Entre Jesús y sus discípulos existe cierta lejanía. Hay una gran distancia. Aunque van por el mismo camino geográfico, su corazón está a kilómetros de distancia. Jesús está en el camino del servicio, el sufrimiento, la entrega por amor a los demás... y sus discípulos andan por el camino del éxito, los honores, el prestigio... son dos caminos totalmente opuestos. Lo ha expresado el Señor: «mis pensamientos no son sus pensamientos, ni mis caminos son sus caminos» ( Is 58,8).
Ante esta realidad que interpela, puedo presentarme al Señor y hacerle una oración como esta o alguna similar: Señor, cuán lejos a veces me encuentro de Ti, pensando que por hacer esto o aquello ya estoy contigo, pero no ha bastado una presencia física, quieres que vaya más allá: que tenga un oído más atento, que rompa mis temores, y acorte las distancias que, por mis intereses personales, me hacen estar lejos de tu corazón. No siempre acierto a lo que tú me llamas, a lo que tú quieres de mi vida; deseo escucharte y dejar mis propios intereses, o los intereses de los demás, a los que estoy acostumbrado. Me doy cuenta de que mientras voy en el camino no siempre te he escuchado, a veces me ha ganado el deseo de resolver mi vida bajo mis propios criterios, bajo mis propios intereses. Muchas veces me he puesto a platicar de mis asuntos. Parece que no siempre me conviene lo que me dices, lo que me estás proponiendo, y me he dejado algunas veces vencer por el miedo como los discípulos, o muchos otros más pretextos, que en el fondo me hacen estar cerrado a lo que tú me propones en el seguimiento.
Vuelvo a leer texto sagrado de este domingo, y por un momento, me hagoconsciente de que es el Señor quien dirige sus palabras a mi vida. Me pongo en oración y trato de responderle con sinceridad: ¿Escucho al Señor o me escucho a mí? ¿Qué me pide el Señor en este día concreto? ¿Dejo a un lado mis propios intereses personales por atenderlo a Él? ¿En algún momento me he puesto como el más importante, el que sabe más, el que todo lo puede? ¿Me he sentido más que los demás? Hablo de esto con el Señor, y lo que se mueve en mi interior.
Finalmente, Jesús nos dice que para ser el primero hay que ser el último, y el servidor de todos. En la vida diaria cuesta quitarse la lógica de ser el primero. El Señor, tiene otro modo de ver la vida para los que Él elige y quieren seguirlo. ¿Qué me dice esta palabra a mi vida? ¿Me siento llamado a servir a los demás? ¿Qué implicaciones tiene?¡Señor, quiero estar cerca de ti!
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