La resurrección de Cristo
La Resurrección de Cristo es la aceptación total y universal del hombre por parte del Padre, el comienzo de una forma nueva de existir y el origen de un mundo nuevo, fuente de nuestra esperanza y garantía de nuestro porvenir. Es la presencia amorosa del padre, en Jesús resucitado y presente.
Cristo nos invita a participar de su vida transformada y ofrecida, transformándonos, anticipando por la fe de su vida de resucitado, ya desde esta tierra; no es para el último día sino para cada día; en favor de la vida humana, para sacarla de su caducidad, de ser miseria y de la culpabilidad; para hacerla partícipe de la vida de gozo y de la suerte del Padre. La resurrección no es un hecho del pasado, es una realidad que está en marcha hoy y aquí. Es presencia que abarca todos los tiempos, y a todas las especies del cosmos.
Como en el pasaje de Emaús. Cristo se hace presente al hombre y a la Iglesia, cuando aplastado por el desaliento y la desilusión se repliega en sí mismo y emprende la retirada, vuelve a la casa de la que salió un día lleno de ilusiones. Cristo sale al encuentro de todo ser que peregrina detrás de un ideal, lo busca sin saberlo o lo cree ya perdido.
Presente en el extraño con el que participamos nuestro desaliento, presente en el convidado a nuestra mesa para compartir el pan; presente en la búsqueda desolada; se hace presente en los que dudan como el apóstol Tomás o a quienes no quieren creer, a los que no tienen la capacidad de creer, que buscan palpar, comprobar, experimentar. Sale el resucitado a buscar en las casas o en los lugares donde el miedo ha cerrado las puertas.
Presente en los trabajos de todos; el campesino, el profesionista, en todos los trabajos humanos para transformar la naturaleza, liberarla de toda esclavitud, para producir energía creadora.
Está presente amorosamente, no amenazador. Presente en la palabra de los hombres anunciando que están convocados por el Padre para formar un pueblo y una familia de hermanos: “el que a ustedes oye a mí me oye”... “estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”...
El Señor no ha dejado un grupo de discípulos que mantengan su memoria, sino una comunidad de amigos y creyentes que vivan y celebren su presencia.
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