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Jorge Atilano González Candia

La reconstrucción del tejido social



El tejido social hace referencia a las relaciones personales o institucionales que se construyen desde unos valores determinados y que se confirman en acuerdos para vivir juntos. Es una metáfora para explicar el fenómeno de la violencia y construir propuestas para construir la paz. Para describir y analizar el tejido social tenemos tres componentes: la identidad, los vínculos y los acuerdos.


La identidad hace referencia al sentido de pertenencia a un espacio; los vínculos a las relaciones de confianza y cuidado, y los acuerdos a la participación y organización social. Desde estos elementos se comprende cómo está el tejido social de una familia, una escuela o una colonia.


Hemos aprendido que la identidad se construye con narrativas que se difunden en el ámbito público, que los vínculos se renuevan en el ámbito celebrativo y lúdico, y que los acuerdos que más se cumplen son los que se construyen en asamblea con la participación de todos.


La violencia tiene en sus raíces un proceso de desvinculación social y existencial, es decir, un proceso de fractura del tejido social o un proceso de separación. Se rompieron los sistemas comunitarios que regulaban la conducta, como es la familia, la relación vecinal, la autoridad, el acuerdo, etc. Algo que se ha dado por el individualismo exacervado que rompe el límite en las relaciones y hace que se sobrevalore la percepción personal, lo cual lleva a la dificultad de autorregular la propia libertad.


Hoy, quien daña al otro lo hace pensando en su sentimiento, en su historia, en su derecho, en su fracaso o su dolor, donde encuentra la justificación para robar, golpear, engañar, cometer un fraude, cometer un asesinato o mercantilizar la vida de las personas por medio del secuestro. Se ha perdido la dimensión sagrada de la vida y la capacidad de generar empatía con el otro.


La violencia se alimenta con traumas comunitarios, los cuales llevan a las personas al encierro acelerando aún más el proceso de individualización. Es necesario ubicar los traumas en el grupo de personas para identificar las desconexiones que han generado y las necesidades vitales que han dejado. El trauma comunitario es cuando un grupo de personas en una situación de amenaza en lugar de apoyo recibe indiferencia, maltrato o violencia por parte de personas o instituciones significativas para el.


Como jesuitas, hemos elaborado un proceso para la reconstrucción del tejido social que se titula “Pedagogía del Buen Convivir”, que consiste en una serie de encuentros que logran resignificar las experiencias de desconexión en nuevos acuerdos de convivencia (Cias por la paz A.C.). Son seis las etapas de esta pedagogía:


Sensibilización: Esta primera etapa consiste en identificar las necesidades vitales de la persona o grupo, es decir, la necesidad de escucha, apoyo, expresión, reconocimiento, etc. Donde las personas se sienten tratados con dignidad. Aquí recordamos a Jesús identificando las necesidades de las comunidades, por eso va con los pobres, los enfermos y acusados de pecadores (Lc 4, 14-21).


Encuentro: Esta etapa consiste en diseñar una serie de encuentros que atiendan las necesidades vitales para emprender el proceso de sanación. La clave en este proceso es tener claridad de las necesidades para sanar de raíz. Jesús fue muy creativo para generar encuentros significativos, y siempre tuvo presente la pregunta ¿qué necesitas? (Lc 5, 12-14; Mc 10, 51)


Comprensión: Aquí se hace un proceso para reconocer los propios recursos y asumir la propia responsabildad. Cuando la persona está centrada en la herida no ve recursos y sólo ve la responsabilidad de otros. Aquí recordamos a Jesús que ayuda a la persona a reconocer su fe y poner de su parte para emprender un nuevo camino (Mc 2, 11-12).


Transformación: En esta cuarta etapa se ubican los cambios que es necesario emprender para que ya no vuelvan a suceder las desconexiones. Son cambios para hacer sostenible el buen convivir, y tiene que ver con visiones (identidad), actitudes (vínculos) y prácticas (acuerdos). El asumir el propio dolor hace posible rehacer la vida, y aquí recordamos las apariciones de Jesús Resucitado con los apóstoles donde les ayuda a resignificar sus historias dolorosas (Lc 24, 30-35).


Revinculación: En este momento se invita a compartir con otros el camino recorrido para ubicar aspectos comunes y así generar procesos de reconciliación. En este momento es cuando se da la gracia del perdón y recuperar la armonía de la persona. Aquí recordamos cómo Jesús Resucitado entrega una misión a los discípulos reunidos en comunidad (Jn 20, 19-23; Jn 21, 15-17).

Renovación: Finalmente, en este momento se trata a asumir el compromiso por el buen convivir. Es la asunción del servicio y la entrega. Aquí recordamos cuando los discípulos regresan a la comunidad para dar testimonio de la resurrección (Hch 2, 42-47; 4, 32-37).


Sólo comunidades organizadas podrán emprender los procesos de construcción de paz y seguridad en nuestro país, y aquí está un camino para recuperar el sentido de comunidad tan necesario y urgente en este momento. Jesús nos enseña a construir caminos para la paz, su modo de proceder desde la vida pública hasta las primeras comunidades cristianas nos muestra que su apuesta es la unidad. Atendiendo los que han quedado fuera es como se puede llegar a esa unidad que representa un gran tejido social. Todos estamos llamados a construir la paz.

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