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Foto del escritorPbro. Manuel B. Solís Echeverría, S.J.

La oración de abandono en Dios




1.El abandono en Dios es la oración de confianza total. En Dios se ha puesto toda la seguridad. La vida se ha ofrecido a Dios, se ha puesto en las manos de Dios. El orante cae de rodillas ante Dios y dice: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46).


2. Todo el complejo mundo interior del hombre se pone en las manos de Dios. Preocupaciones, insatisfacciones, angustias... son acogidas por Dios Padre. Por nada hemos de preocuparnos porque Dios cuida de nosotros. La confianza en Dios nos hace hombres y mujeres libres.


3. La postura del orante para abandonarse en Dios es la postración. De rodillas inclinamos la cabeza hasta tocar con la frente el suelo, los brazos extendidos hacia delante con las palmas de las manos hacia arriba. Esas manos quieren ofrecer a Dios lo mucho o lo poco de amor que hayamos realizado. A veces nuestras manos están vacías, pero están abiertas para acoger el Espíritu de Dios.


4. Podré abandonarme con una postura orante, los ojos cerrados y la columna vertebral derecha. Sentado en el suelo como una pirámide o una montaña, pasan las nubes pero la montaña no se mueve. Pasan los pensamientos pero mi cuerpo permanece quieto. Comienza la respiración de abandono. Al inspirar digo: «en tus manos», y al espirar: «mi espíritu». Dejando la respiración muy suave, me mantengo durante veinte minutos abandonándome en las manos de Dios Padre.


5. «No anden preocupados por su vida, qué comerán, ni por su cuerpo, con qué se vestirán… Miren las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta...» (Mt 6,25-26). Nosotros hemos de ocupamos del Reino de Dios y su justicia: «Busquen primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura» (Mt 6,33). Nuestro centro de interés en la oración ha de ser la búsqueda de la realización del Reino de Dios. Esto es lo central y profundo, esto es lo que toca el misterio de Dios, la obra de Dios, lo demás, son afanes del mundo.


6. La oración de abandono nos hace libres, pero al mismo tiempo es como un lanzarse en las alas del Espíritu, dejarse llevar por Dios hacia nuevos horizontes, nuevas tierras y nuevas fronteras.


7. El abandono en Dios es la oración del pobre: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,38). María nuestra Madre, es modelo de abandono en Dios. Se postró ante Dios y se dejó llenar de su Espíritu para realizar la gran obra de la Encarnación.


8. Al postramos ante Dios nos abandonamos en Él, le reconocemos como el Señor de nuestra vida, le adoramos desde nuestra pobreza y humildad.


9. Para abandonarse en Dios tenemos que abandonar muchas cosas superfluas, muchas actitudes egoístas, ha de producirse el despojo y el desprendimiento.


10. Al abandonarnos en Dios hemos de morir a nosotros mismos, es la muerte del yo, así lo enseñó Jesús desde la cruz. Muriendo a nosotros mismos nos abandonamos a Dios. Mis apetencias, mis gustos, mis afectos pasan a segundo plano. El importante es el Señor y lo que el Señor te diga.


Todo tiende hacia Él a quien he confiado mi vida.

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