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Foto del escritorFrancisco Ontiveros

La mujer espléndida




En este camino que llevamos junto a Jesús, como aprendices tras sus pasos. Hoy lo acompañamos y nos sentamos con Él a las afueras del templo. Y con Él queremos mirar, mirar como Él mira. ¡Enséñanos a mirar Señor, a enfocar correctamente, a usar tus lentes! Así, frente a la alcancía del templo, observamos a las personas: algunos pasan de largo junto a la alcancía. Otros echan llamativamente y provocan el ruido de las escandalosas monedas que exponen su “benevolencia”. Otros, en cambio, como la viuda anónima, echan tan poco, pero tanto que es lo que tienen para vivir, eso no hace estallar la ruidosa e indiscreta alcancía.


Su tímida ofrenda la componen dos moneditas de poco valor. Una mujer que es símbolo de fecundidad. Sin embargo, no sabemos su nombre, tampoco sabemos su edad. Sólo su condición; una condición de marginación, pues las suyas eran moneditas de poco valor. Y es, precisamente eso, lo que Jesús alaba. Poco antes se mostró crítico de pasearse con amplios ropajes, de recibir reverencias y caravanas por las calles. De buscar los asientos de honor y los primeros puestos, de abusar contra las viudas pobres bajo apariencia de piedad.


La viuda es la mujer del desprendimiento, ya perdió su marido, su lugar en el sistema jurídico y económico de su tiempo, ahora pierde sus moneditas. Al cabo, ha aprendido a soltar, a dejar ir, a perder. Ella es una bienaventurada, vive su pobreza con entera donación, la entrega sin reservas, el desapego libre y la verdadera magnanimidad. Poco a poco se ha ido vaciando que, incluso ha entregado todo lo indispensable para conservar su vida.


No guarda, no retiene, no mira con recelo reclamando su situación. Vive con entera generosidad. Un contraste entre los que saben de religión y gustan de la parafernalia de los escribas y la verdades actitud espiritual de la mujer confiada. ¡Enséñanos Maestro, a entregar en tus manos, todo lo que tenemos para vivir!, a soltar los cálculos, a ser libres incluso de nuestras conquistas. En tus manos ni la tinaja de harina se vacía ni la vasija de aceite se agota. Porque tú eres fiel, nos amas y sustentas.


Ahí, sentados junto al Señor, en el silencio del discípulo que aprende desconcertado, nos preguntamos: ¿Qué me hace pensar y sentir esta escena?, en estos momentos, ¿qué significa entregar todo lo que tengo para vivir?, ¿qué retengo?, ¿a qué me aferro?, ¿cuál es mi “riqueza” que me hace más pobre?

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2件のコメント


Álvaro Miguel González
Álvaro Miguel González
2021年11月08日

Una visión de "pobreza" no idílica, ni ideologizada. Entregar a Dios lo que se es, todo, lo que se tiene, que cuesta trabajo darlo, por poco que sea. Sin idealismos que nunca se aterrizan, pero sin ceder a las modas actuales que condicionan ser y tener al parecer. Gracias P. Ontiveros

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Rosa Del Mar
Rosa Del Mar
2021年11月07日

Excelente reflexión... Gracias!

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