La justicia que es misericordia
Continuamos la lectura del Sermón de la montaña; este es un discurso progresivo que, en la medida que avanza, Jesús va mostrando la hondura de su proyecto. Comenzó mostrando el camino para ser felices en las Bienaventuranzas. Más tarde insistió en la importancia de ser luz, sal, ciudad en lo alto del monte. Ahora va al fondo del comportamiento. No al fenómeno de las acciones sino al sentido, al sentimiento, a la motivación profunda de lo que se hace o se deja de hacer. Sin duda, estamos ante una de esas páginas complicadas de la Escritura. No pretende desanimarnos porque Dios no pide imposibles; quiere mostrarnos la grandeza del ideal cristiano, quiere motivarnos, centrarnos, encender en nosotros un fuego.
Jesús llama a una justicia mayor a la de los escribas y fariseos. Es decir, a salir del rigorismo de los actos y entrar en la dinámica de la misericordia. No llama a evitar matar, da un paso adelante, llama a evitar el enojo con el hermano, a dejar el insulto y el desprecio, es posible que la causa que lleva a matar, tenga cercanía con el desprecio, el insulto y el enojo.
Por si esto fuera poco, Jesús establece una relación entre el culto y el comportamiento comunitario. Sostiene que si en el momento del ofertorio, uno recuerda que algún hermano tiene una queja sobre uno mismo, que vaya a ponerse en paz con el hermano. De tal modo que la dimensión, el enfoque y la causa del discernimiento siempre es el otro. La razón no soy yo, que yo tenga algo contra alguien, la razón es mi hermano. Si él está enojado conmigo, primero debo ir a ponerme en paz con él antes de presentar mis ofrendas.
Jesús va más allá del adulterio. Se detiene en la mirada, en los malos deseos. Eso es lo anterior al adulterio, es más, ya es adulterio en el corazón. Más adelante insiste en evitar juramentos. En decir sólo la verdad y punto, sin agregar nada más. Nos hacen creíbles los actos, no los discursos.
Esta es la imagen del hombre nuevo que Jesús pretende conseguir con su Discurso del monte. Sin duda, esta página del evangelio demuestra la incapacidad que tenemos para alcanzarlo. Bendito sea Dios por eso. Ahí donde está nuestra limitación e incapacidad entra el misterio, el don, la gracia. Dios lo quiere para nosotros más que nosotros mismos.
Me detengo, en silencio contemplo esta página de Mateo, dejo que emerjan mis pensamientos y sentimientos, platico de ellos con el Señor.
Jesús, enséñame tu modo. Enciende en mi corazón los deseos para desear una justicia mayor a la de los escribas y fariseos. Ven en auxilio de mi limitación. Concédeme ser cera blanda entre tus dedos.
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