La imagen acuñada ¿de quién es?
Actualizado: 27 feb 2021
Las inscripciones en las monedas definen las figuras que influyen y que tienen poder en cualquier sociedad civil. Esto es muy antiguo. Reinos, imperios, repúblicas y comunidades han decidido acuñar sus monedas como signo de soberanía, de pertenencia y de identidad. Hoy existen 162 monedas oficiales en todo el mundo.
La respuesta de Jesús de la moneda del César, en medio de la encrucijada que le plantearon los herodianos y los fariseos, también ha quedado acuñada en nuestra conciencia, al menos en la de todos los cristianos, como un principio sabio y clarificador: Jesús preguntó de quién era la imagen de la moneda. La respuesta fue «del César». Entonces, dijo Jesús, devuélvansela. «Denle al César lo que es del César» y añadió «y a Dios lo que es de Dios».
Todo discípulo del Señor ha aprendido, desde entonces, que adquiere una doble nacionalidad: la terrenal, la de aquí de este mundo; y la celestial, la que nos aguarda. Estas dos nacionalidades no entran en conflicto, las dos se solapan bajo la guía del Espíritu de Dios. Es decir, la vivencia de estas dos realidades lleva a escuchar y hacer la voluntad del Señor mejorando el propio actuar como ciudadanos de cada país y al mismo tiempo como ciudadanos del Reino de Dios.
Ahora, si se quisiera hacer un intento de internalizar estas palabras de Jesús, se puede uno fijar en cualquier ser humano. ¿Cuál es la imagen acuñada en todo su ser? ¿A quién pertenece esa imagen que lleva grabada? El Génesis ha enseñado que el ser humano ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios. Por tanto, su dignidad, inteligencia, nobleza, capacidad de amar ¿de dónde le viene? La respuesta es: de Dios. Entonces, hay que darle «a Dios lo que es de Dios».
De ahí se obtiene que la dignidad de cada ser humano viene del Señor y, por ello, se vuelve un don que no puede estar a merced del dinero, ni de ningún otro poder. Nadie puede devaluar, comprar, vender, ni mucho menos pisotear la dignidad de nadie. Empezando por la propia. La dignidad que le deviene a la persona humana es un eco del amor de Dios.
Leo nuevamente el texto de Mt 22, 15-21 y me pregunto: ¿Qué me revela este texto sobre el propio actuar? ¿Tengo conciencia de mi doble nacionalidad? ¿Cómo hago presente el reino de Dios en mi espacio vital? ¿He sido responsable con mis deberes ciudadanos? Por otra parte, ¿cómo promuevo la propia dignidad y la dignidad de mis semejantes? ¿A qué me invita todo esto?
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