La gloria que ya está aquí
El texto que la Iglesia nos regala hoy es un pasaje lleno de símbolos, revelaciones, analogías al Antiguo Testamento y cumplimiento del Nuevo; entre tanto detalle el oyente corre el riesgo de quedarse en la superficie de un suceso que viene arropado de esplendor, éxtasis y emoción sin profundizar ni hacer suya la Buena Nueva de salvación que el Evangelio comunica.
Es prudente enmarcar que este hecho inusual y esplendoroso viene colocado después del primer anuncio de la pasión por parte del Maestro y la negativa de Pedro a aceptarlo. Jesús toma consigo a sus tres amigos más íntimos, aquellos mismos que narrará Mateo también estuvieron presentes en el huerto de Getsemaní antes de la hora de Jesús.
La Transfiguración del Señor es una muestra simbólica pero bastante educadora de la gloria que el Hijo posee y que viene a compartir con todo el género humano, se dice que este hecho es prenda de la gloria futura que el cristiano anhela conquistar mediante su vida y testimonio.
Sin embargo, si se intentara meterse al corazón de aquellos tres testigos oculares y se les preguntara acerca de esa gloria futura que contemplaron, probablemente dirían que en su corazón esa gloria ya había nacido y hecho nido. Aunque tenían que mantenerlo en secreto por mandato de Jesús, ellos desde aquel día, ya confiaban plenamente en ese amigo tan cercano y humano pero que compartía la Divinidad del Padre.
El camino de fe de cada cristiano está llamado a eso, no tanto a esperar una gloria venidera pero difusa, remota e incierta; sino en aceptar la vida que el Maestro comparte a través de su Palabra hoy, el regalo tan grande que con su amistad quiere hacernos: transfigurar nuestra vida.
¿Cuántas veces no has experimentado lo que los discípulos? Un camino de conversión donde la cruz es muy pesada, donde hay muchos enemigos tanto internos como externos, esa experiencia de querer ser fiel a Dios y cumplir sus mandatos pero sentir que nuestra persona está tan limitada y atascada para poder lograrlo.
La Transfiguración que el Señor regala para cada creyente no tiene tanto que ver con lo fantástico y extraordinario, más bien busca crear esa intimidad donde pueda mostrarle al fiel lo que habita en él, el perfecto amor que espera pacientemente un sí para instalarse, ese cambio de una vida hueca, fútil e insatisfecha a una vida plena, generosa y agradecida.
Es cierto que el Señor vendrá, que quienes obren según la verdad recibirán la vida eterna; sin embargo, también es cierto que el Señor está viniendo, que en este día lo que más desea es que cada discípulo suyo abra las puertas de su vida e historia para que le sea comunicada la gracia y el Reino sea no un deseo, sino un hecho.
Releo el texto y siento a Jesús que me toca y me levanta diciéndome que no tema. Me pregunto: ¿creo que el Señor viene hoy a mí?, ¿Qué parte de mi vida necesita ser transformada?
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