Jesús: Palabra que transforma y salva.
Así como este año empieza a regalarnos sus primeros días, la liturgia de la Iglesia hoy presenta también las primeras líneas del mensaje de salvación que le fue comunicado a Marcos y que ha sido transmitido fielmente de comunidad en comunidad hasta llegar a la nuestra.
Este domingo cuenta con la peculiaridad de ser llamado de la Palabra de Dios, donde se le invita a todos los fieles a resaltar creativa y adecuadamente la importancia de la Divina Revelación en la vida de la Iglesia.
Encontramos en este inicio del texto evangélico al Señor Jesús que, después de haberse enterado de la captura del Bautista, se dispone a predicar en la Galilea de los gentiles el mensaje develador de la llegada inminente del Reino, que solo será perceptible y asequible para aquellos que se conviertan a Dios y crean en la novedad de la Noticia.
A diferencia de los profetas, Jesús no anuncia algún acontecimiento o personaje que irrumpa estrepitosamente en la historia a manera de inauguración, sino que comenzará desde ese momento a hablar de un Padre que ama a sus hijos, de un Reino donde caben todos y de una familia que se va construyendo a través de una invitación personal a una vida nueva y diferente.
En el domingo de la Palabra de Dios es importante volver a confesar que Cristo es la Palabra misma de Dios, que el anuncio de la llegada del Reino es el anuncio del mismo Jesús, que en su nombre (Dios salva) está implícito el cometido de su encarnación en el mundo y en la historia. Cada vez que abrimos las Escrituras nuestra vida y nuestra historia se encuentra con Jesús y su persona, su proyecto y su promesa.
En la misma dinámica se presenta el llamado de los primeros apóstoles; a diferencia de los rabinos de ese tiempo que pedían que sus discípulos aprendiesen la Ley primero; la invitación de Jesús es a vivir junto con él, a compartir la vida, a caminar juntos. Por ello pide la inmediatez de dejar las seguridades atrás y la confianza en creer que esto es un nuevo inicio.
En la invitación al seguimiento por parte de Cristo viene dada también una promesa: los haré pescadores de hombres,y aunque a nuestro corazón inquieto, aventurero y ambicioso le atrae el hecho de “ir a la pesca”; resultaría prudente detenernos en las palabras que anteceden.
Los haré significa situar y disponer nuestra vida en las manos de Jesús, en tomar la decisión de no hacer nuestro propio camino, sino de perfilarnos por el sendero que Dios dispone, significa dejar atrás aquellas creencias que han regido nuestra vida para así poder realmente recibir la novedosa propuesta del Maestro.
Dejarse hacer por Jesús es el gran paso que el discípulo alcanza solo después de haber tratado con el Señor, de haberse enamorado de su proyecto, de haberse liberado de la propia mezquindad y egoísmo. Delante de Dios me pregunto: ¿Creo que Jesús es la Palabra de Dios?, ¿le estoy siguiendo realmente o aún me da temor dejarme hacer?
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¡Qué bonita reflexión, dejar que Jesús haga de nosotros pescadores de hombres! Gracias, Ariel.