Jesús: cumplimiento, luz y gloria
- Luis Ariel Lainez Ochoa
- 1 feb
- 2 Min. de lectura
Cuan importante es para el cristiano de hoy el anuncio de la Buena Noticia del Reino, basta un scrolling en cualquier red social para enterarnos al instante del declive que vive el mundo. La continua tensión de una guerra nuclear, la reciente amenaza migratoria, la disputa de los cárteles y la ineficacia de los responsables de la seguridad.

Muy probablemente la situación del pueblo de Israel en la época de Jesús era parecida: la ocupación romana, los clanes de guerrillas causando revueltas, la cruda pobreza y la marginación de los grupos vulnerables, la intolerancia religiosa, etc., sin embargo una mañana cualquiera en el Templo, los labios de un anciano cantan de júbilo al sostener a un niño en sus brazos.
Sería un error desaprovechar la profunda enseñanza del tan conocido cántico de Simeón (Dios ayuda), si el anciano exalta gozoso es porque vive bajo la dirección del Espíritu Santo, es movido por Él; por esta misma razón tiene la agudeza de distinguir entre el tumulto al elegido de Dios, en la precariedad y la necesidad de un infante venido de la Galilea contempla la gloria y la belleza de Dios.
Es precisamente este niño en quien se cumplen las profecías del Antiguo Israel, no hay necesidad de seguir esperando, el Señor ha actuado, ha cumplido, ahora el pueblo tendrá que definirse, que decantarse entre la novedosa propuesta del Reino o continuar bajo el yugo de la antigua ley y de las ya tan familiares malas noticias.
Jesús Niño es presentado como la luz que ilumina a todo el género humano, curiosamente cuando se habla de la fiesta de la Presentación del Señor se piensa estrictamente que María y José cumplen con el deber cultual de presentarlo al Templo, pero la lógica de Dios nos dice que es el Padre quien lo presenta a cada creyente para ser iluminado por su radiante y amorosa luz.
En la ofrenda de un par de tórtolas, en el anonimato de unos padres provincianos, en la sencilla tela de una frazada se encuentra arropada la gloria de Dios, precisamente es esta gloria la que pocos conocen y pocos distinguen, no es descabellado entonces que el evangelista Juan identifique la glorificación del Señor con el momento de su sacrificio en la cruz. Cristo no es presentado con bombos y platillos, sino que su estandarte es el silencio obediente, la presencia abnegada y la sigilosa ternura.
La Presentación del Señor es un recordatorio para cada fiel de que Jesús es luz y esperanza, de que su persona y obra da sentido a toda existencia y anhelo, de que en medio de tantos laberintos y angustias su Palabra es camino y paz.
Pidiendo al Señor conocimiento interno de su persona, me pregunto: ¿qué tanto el Evangelio es para mi una Buena Noticia para mi vida diaria?, ¿soy propagador de buenas o malas noticias?, ¿me gusta más imaginar un Dios poderoso y portentoso o uno abnegado y humilde?
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