Jesús, condúceme a tu templo.
En este tercer domingo de cuaresma, la liturgia nos presenta un texto de san Juan que nos muestra el espíritu de la cuaresma, como este tiempo propicio para reorientar la vida a Dios. El Señor nos muestra primero que cumple los preceptos divinos, pues va a Jerusalén para prepararse para la gran celebración de los judíos: la Pascua, pero Jesús encuentra en el templo a un gran número de personas que están en otra sintonía, lejos de prepararse interiormente para purificar su corazón de las malas prácticas, están sacando provecho personal con la venta de animales que ofrecían como holocausto todos los que peregrinaban al templo. Un negocio redondo para los comerciantes, los cambistas y las autoridades religiosas.
Este escenario con el que se encontró el Señor, despertó seguramente muchos sentimientos: tristeza, decepción y enojo por ver en lo que habían convertido la casa de su Padre, la casa de Dios. Jesús muestra en su reacción la gran autoridad y fuerza que tenía su Palabra, pues no fue cosa menor el echar abajo todo aquel mercado, el Señor muestra una gran firmeza que denuncia y echa en cara al ser humano lo que está mal, por ser intereses mezquinos y sobretodo que no llevan a su Padre, ese es el discernimiento que no puede faltar en el actuar del hombre, de lo contrario se cae en prácticas estériles que lejos de acercar al Creador, fomentan injusticias, robos, avaricia y un sinfín de afectos desordenados que terminan perdiendo al mismo hombre.
Es por ello que no está de ninguna manera, bajo ningún ángulo exagerada la reacción de Jesús, pues está acorde con la gravísima situación que ocurría en el templo de Jerusalén y que nadie señalaba ni hacia algo por cambiarla, pues, trastocaría muchos intereses; es necesaria por ello la intervención del Señor, que es el único capaz de cambiar y reorientar el corazón humano, cuando se ha perdido en las cosas del mundo. Quiere Jesús que el templo de su Padre sea un lugar de encuentro verdadero con Él, un espacio sagrado entre el Creador y su creatura, entre Padre e hijo.
Ante la interrogante de los judíos de con qué autoridad hacia todo aquello, Jesús en su respuesta “destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré” dice un padre de la Iglesia que lleva por nombre Beda, que en esta respuesta el Señor hace alusión de que aquel templo “representaba el templo de su cuerpo, en el cual no habrá mancha alguna de pecado. Como diciendo: Así como purifico este templo inanimado de sus comercios y maldades con mi poder, así resucitaré en este cuerpo mío tres días después de que haya muerto por sus manos...”.
La reacción de los judíos muestra la distancia que hay entre los pensamientos de Dios y los hombres, es solo el Espíritu Santo el que nos pone en la misma sintonía del Padre, por ello después de la resurrección de Jesús, dice el autor sagrado que los discípulos se acordaron de las palabras pronunciadas por el Señor y creyeron en las Escrituras y en las palabras que les había dicho. Sin la luz del Espíritu la mente del hombre se embota y se nubla y toma caminos equivocados que lo pierden, esta cuaresma es una oportunidad para reorientar la vida y retomar el camino, si nos hemos desviado. A la luz del Señor medita ¿Cuál es la ofrenda más agradable que le puedo dar?, ¿qué practicas necesito que Dios purifique en mí?
Pido a Dios la gracia para ser valiente y denunciar todas aquellas prácticas que no conducen a Él y, con su ayuda, purificar las intenciones del corazón, que hagan posible esta nueva adoración agradable al Padre: en Espíritu y Verdad y nos guie al verdadero Templo: Jesús.
Commentaires