Hemos Venido A Adorarle
El niño que es Dios acaba de nacer. Ya lo visitó el estrato más desprestigiado de su época: los pastores, ahora toca el turno de la caravana de pudientes buscadores, los magos de Oriente. Esta escena es muy bella, conmovedora e ilustrativa.
Un grupo de intelectuales, de espíritu inquieto que sondean los cielos observan algo sorprendente: ha surgido una estrella. Lo que a ellos les indica que ha nacido alguien sin igual. ¡Cómo no ponerse en marcha!, Juan Crisóstomo sostiene que, al que se pone en marcha, al que se lanza al camino le aparecen “estrellas” que lo guían hasta el lugar indicado. No es que hayan visto la estrella y por eso se pusieron en carretera, todo lo contrario: puesto que se habían puesto en camino lograron ver la estrella. De lo que se sigue que quien está tranquilamente en su casa no puede mirar estos sorprendentes cometas. ¡Qué paradoja!
Todo indagador corre el riesgo de meterse en el lugar equivocado, eso mismo les pasó a los buscadores del Oriente pues fueron a meterse al centro del poder y la vanidad, de la intransigencia y la injusticia, al palacio de Herodes. El asunto no es equivocarse y meterse en el lugar menos indicado; eso es propio para el que busca, el asunto es quedarse ahí, y ver frustradas las ansias de encontrar algo mayor. El Bien por excelencia.
Después de este pequeño tropezón se pusieron en marcha, la luz del cielo volvió a guiarlos hasta donde reposaba el Niño junto a sus padres. Qué emoción, alcanzaron el objetivo, se postraron ante Él y le ofrecieron lo más hermoso que tenían. Pero no se quedaron ahí, siguieron buscándolo, ahora en otros sitios y bajo otras formas, pero seguirían buscando al mismo Niño que es Dios. Llenos de ardor volvieron a sus tierras por otro camino, ya no cometerían el error de entrar en el lugar equivocado.
Ante esta bellísima escena, me detengo, contemplo el Belén de mi hogar, miro el rostro de los buscadores y me pregunto: ¿soy un buscador?, ¿en qué lugares equivocados he entrado?, doy gracias por ellos, porque esos errores me permitieron seguir buscando, ¿tengo la sensibilidad de reconocer las estrellas de lo alto?, ¿cuál es mi oro, mi incienso y mi mirra?
Comentarios