¡Hazme ver el camino!
Una vez más llegamos al domingo, bien sabemos –o creemos saber- que en este día el Señor nos sale al encuentro para seguir instruyendo nuestra vida desde el corazón, desde aquellos acontecimientos que los testigos plasmaron y que siguen resonando en el corazón de cada creyente. Contemplamos hoy a un Jesús caminante, que va y que viene, que por algún motivo estuvo en Jericó y ahora se retira de allí.
Este es el Señor de lo trivial, de lo cotidiano, de lo ordinario; es precisamente esa cotidianidad el lugar de encuentro y de instrucción. Probablemente por ello nos cuesta reconocerlo, porque nuestro día a día muchas veces viene cargado de desgano y sopor. Mañana habrá que volver a las actividades propias del trabajo y la familia, de los pendientes de los días pasados, de esta nueva normalidad a la que ya nos estamos acostumbrando.
Aunque también vamos y venimos alarmados por las escurridizas horas, pudiera sucedernos que esta misma alarma inactive nuestra capacidad de sentirnos vivos, de experimentarnos en relación. ¿No seré yo un Bartimeo más sentado junto al camino? Poniéndole plazo a aquel proyecto que llevo años dándole vueltas, sin decirme, sin proponer. Acostumbrado a responder mecánicamente en aquellos roles que durante la vida he ido asumiendo.
A lo mejor ya ha sido suficiente el tiempo que he estado detenido reflexionando, sopesando, cuadrando mis planes, los riesgos y las oportunidades. Las voces que increpaban al hijo de Timeo a que se callara siguen siendo audibles hoy para muchos de nosotros; nos impiden ponernos en ruta haciéndonos creer que somos incapaces de ver dónde hay que dar el primer paso.
Y puede que realmente no sepamos hacia qué dirección comenzar a caminar; no sería la primera vez que vamos detrás de un espejismo. Por ello Jesús es muy claro con el ciego y le interroga precisamente sobre lo que necesita. Él quiere ver, lo desea tanto que nos ha regalado una de las más bellas oraciones de toda la Escritura: ¡Ten compasión de mí!
Jesús sacia su deseo más profundo. Ahora que ve claramente no se preocupa por el primer paso sino que salta, efusivamente sigue al Caminante; lo hace porque ha comprobado que el camino del Señor es más que una decisión que tiene ciertas repercusiones, seguir a Jesús es la Decisión que perfila toda la existencia, es la Decisión que requiere una nueva visión para poder ser tomada con libertad y gozo.
En el recogimiento platico con Jesús de aquello que me tiene instalado a la orilla del camino. ¿Qué es?, ¿Por qué me cuesta caminar en pos de Él? ¿Veo con claridad o aún voy tras espejismos que me dejan insatisfecho y agotado?
Comments