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Foto del escritorPbro. Manuel Jiménez

Espera y Esperanza

Actualizado: 27 feb 2021



Aunque orientados hacia el futuro celestial, no olvidamos que somos todavía peregrinos en la tierra.


La preocupación por la meta final no puede hacernos olvidar nuestros compromisos en la tierra que fundamentalmente son dos: nuestra participación al estado celestial y el trabajo por perfeccionar el mundo material y especialmente al hombre en su cultura.

La vida celestial se nos anticipa, en la unión con las tres personas divinas; pluralidad en la unidad. Todos los hombres estamos invitados a esta unión en Cristo. Formar una sola familia en la que todos se traten como hermanos. Este es el designio del creador que se realiza en la Iglesia, todos estamos injertos a Cristo por el bautismo. Unión de todos en una convivencia natural, en amigable fraternidad; y esto forma parte de la espera y de la esperanza cristiana.


El compromiso católico por la paz, por la concordia en el plano material no es una actividad plenamente profana, es un elemento indispensable de la paz en Cristo.


Se nos enseña que el comer, el beber, vestir, visitar, compartir; lo ordinario de la vida es de gran valor y de mucha importancia para relacionarnos con Cristo cada vez que nos relacionamos con los que nos necesitan.

Lo más valioso en la vida del hombre no son los ratos de grandeza, de importancia o de trascendencia. Lo que vale es lo pequeño, lo sencillo, lo insignificante.

El esfuerzo, el empeño, la dedicación, valen más a los ojos de Dios, quien ve los corazones de los hombres y a quien no agrada, ni engaña la hipocresía.

Esto es para autenticidad humana.

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