Esfuerzo y crecimiento
Si la semilla no rompe su cubierta cuando cae en tierra, no habrá brote ni planta, y se pudrirá. Si la oruga no rompe su capullo, no podrá convertirse en mariposa y volar. Si el músculo no se entrena sudando y siente dolor, no se romperán las fibras musculares, pero si lo soportamos entonces crecen otras fibras más fuertes. Es una ley de los organismos vivos. El crecimiento pide un esfuerzo, un vencimiento.
Esto nos lo dice el padre Adolfo Meyer sj, en su libro EL HOMBRE TAL CUAL ES: “Sin sufrimiento no hay vida en el orden físico y en el moral porque la vida sea cual fuere, consiste en acción, esfuerzo, lucha, lo cual trae consigo algún sufrimiento. Sin sufrimiento no hay desarrollo ni progreso, y mucho menos ejercicio de virtud, porque todo ejercicio consiste en empleo de fuerza y esto siempre implica sufrimiento. Pero es sufrimiento que trae consigo salud, energía, vigor y bienestar.”
En el aspecto religioso también es así. San Pablo dijo: “Ustedes saben que tienen que dejar su manera anterior de vivir, el hombre viejo cuyos deseos falsos lo llevan a su propia destrucción. Han de renovarse en lo más profundo de su mente, por la acción del Espíritu para revestirse del Hombre Nuevo. Este es el que Dios creó a su semejanza, dándole la verdadera justicia y santidad” (Ef 4, 22-24). Y “Los atletas se imponen un régimen muy estricto, por una corona de laurel que se marchita. ¡Cuanto más nosotros, por una corona que no se marchita!” (1 Cor 25).
Nuestro maestro Jesús nos enseña el camino: sin el viernes de la crucifixión, no podría haber venido el domingo de la Pascua de Resurrección, ni Pentecostés. Sí, hubo un Getsemaní, pero Él decidió hacer la voluntad del Padre.
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