Escuchando en el corazón la voz del Padre
Señor, una vez más como cada año me acerco a vivir la experiencia de la Semana Santa. En este tiempo me puedo llenar de muchas vivencias que no siempre me acercan a Ti, pero deseo con el corazón que ésta no sea una más, sino más bien, la experiencia de sentirme amado y salvado por Ti. Quiero seguir caminando contigo no como espectador sino como discípulo que aprende del Maestro. Que pueda contemplarte en este día que está lleno de contrastes: por un lado, tu entrada triunfante y por otro, tu entrega en la cruz. Al llegar a esta Semana me pregunto: ¿Qué deseos del corazón brotan en este momento y qué me sugiere el Señor que por amor a mí va a entregar su vida?
La liturgia de este día nos deja ver dos escenarios. En un primer momento el pasaje: Mt 21, 1-11, la entrada triunfante de Jesús en Jerusalén donde todos lo aclaman como Rey; y el relato de la Pasión: Mt 26,14-27,66, donde se muestra un reinado que tiene que pasar por los oprobios y menosprecios del único Inocente hasta la cruz, para darnos la salvación. Es un reinado de servicio, hasta dar la vida. Ahí Jesús, sostenido por la voluntad del Padre camina voluntariamente. Contemplo el reinado de Jesús y me pregunto: ¿Quiero entrar y seguir al Señor en este camino que pasa por el servicio movido por amor a Él y a los demás? ¿Quiero seguir al Señor no como simple espectador sino como aquel discípulo que guiado por su amor se suma a un proyecto mayor de salvación? Hablo con Jesús, que por amor a mí, va a Jerusalén a dar su vida.
El reinado que Jesús nos propone es de humildad, no hace alarde de su categoría de Dios. Se despoja, es herido. Extraña forma de ser Dios. A todos sorprende la manera del Señor de ser Rey. A Él adoramos. Sólo ante ti, Señor vale pena arrodillarse. No ante el poder. No ante los lujos. No ante el placer… (cfr. Rezando voy) «Es un Rey que rompe los arcos de la guerra. Un Rey de la paz, un Rey de la sencillez, un Rey de los pobres. Jesús no se apoya en la violencia. Su poder es de carácter diferente: reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él considera el único poder salvador» (Benedicto XVI).
Le pido la gracia al Señor de poder acompañarlo en este camino que nos trae la salvación. Teniendo presente que por amor a mí va voluntariamente a entregar su vida, para que yo también tenga vida. Señor, enséñame a caminar junto a ti escuchando en el corazón la voz del Padre, su voluntad, que nos sostiene en medio de toda prueba.
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