En mis miedos, dudas, cerrazón, ¡ven Espíritu Santo Consolador!
Actualizado: 1 jun 2023
La Iglesia, cincuenta días después de la Resurrección, celebra la solemnidad de Pentecostés. El nacimiento de la Iglesia bajo la guía del Espíritu Santo. El Evangelio que nos propone la liturgia para este domingo es Jn 20, 19-23. Le pido al Señor la gracia de sentirme fortalecido por su Espíritu que disipa todo miedo, duda, rencor, incertidumbre... para vivir un nuevo Pentecostés.
El Evangelio, en este día, nos presenta en primer lugar la situación en la que se encuentran los discípulos de Jesús en el contexto de la tarde de la Resurrección. Ellos viven encerrados por miedo a los judíos, pero parece que su encierro también es existencial: «Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza» (Pagola). Me detengo a contemplar a los discípulos en este momento gris de la vida, que también pueden ser los mismos sentimientos que experimentamos y nos encontramos cada uno de nosotros y a primera vista no se vislumbra una salida. Aquí podemos expresar con fe: ¡Ven Espíritu Santo a iluminarnos! «Ven a liberarnos del miedo, la mediocridad, y la falta de fe en tu fuerza creadora» (Pagola). Porque «nunca las amarguras, el pesimismo, los pensamientos tristes vienen del Espíritu Santo». (Papa Francisco). En este momento de mi vida me pregunto ¿qué me va sugiriendo el espíritu del mal que me aleja de Dios?
El miedo oprime el corazón e impide salir al encuentro de la vida. El Maestro ya no está (cfr. Benedicto XVI). Es la presencia del espíritu del mal la que no les permite salir. Pues les falta Jesús. La vida no tiene sentido si no está el Señor. Es aquí donde el Señor siempre sale a nuestro encuentro y se presenta en medio de los discípulos y de nuestras vidas con su mensaje siempre nuevo y renovador: «la paz esté con ustedes». El Señor les devuelve la alegría. «El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad. Así ha de ser para siempre. Con Él todo es posible: liberarnos del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización» (Pagola). Pudieron haber hecho eco también las palabras de Jesús: «no se turbe vuestro corazón ni se acobarde» (Jn 14,1).
La vida tiene sentido si está Jesús en nuestra vida. Solamente el Señor llena el corazón del hombre y le devuelve la alegría. «El Espíritu Santo nos invita a no perder nunca la confianza y a volver a empezar siempre. Nos anima diciendo levántate, levántate. Siempre nos da la mano y nos levanta» (Papa Francisco). Delante del Señor me pregunto: ¿qué viene a darle luz, sentido, alegría, a mi vida? ¿Cómo me va animando el Señor en mi día a día? ¿Descubro que está en medio de nosotros, en mí, en mi comunidad?
Luego Jesús los envía, pero sabe que en los suyos hay aún mucho miedo. «Por eso realiza el gesto de soplar sobre ellos y los regenera en su Espíritu; este gesto es el signo de la nueva creación. Con el don del Espíritu Santo que proviene de Cristo resucitado comienza de hecho un mundo nuevo». (Benedicto XVI). Los discípulos están llamados a anunciar una vida que no muere en medio de un mundo marcado por el pecado, que va hiriendo el corazón de los hombres. «Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con “barro”; luego sopló sobre él su “aliento de vida”; y aquel barro se convirtió en un “viviente”. Eso es el ser humano: un poco de barro alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús» (Pagola). Cuando contactamos con nuestra debilidad, con nuestra humanidad, nos damos cuenta de que el Señor confía en nosotros y nos invita a cooperar en su obra, dándonos los dones y las gracias que necesitamos para llevar el proyecto encomendado en bien nuestro y de su Iglesia.
Termino preguntando: ¿vivo bajo la guía del Espíritu Santo? ¿Qué le pido al Señor y dador de vida, rico en dones y frutos? Agradezco e invoco al Espíritu Santo para que me vaya iluminando, y ayudando a discernir lo que más me conduzca al Él. ¡Ven Espíritu Santo! Amén.
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