El señor hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Hiciste oír a los sordos
Cuando Dios quiere llamar particularmente nuestra atención, cuando Dios espera obtener de nosotros una correspondencia, una respuesta clara y efectiva dice: “escucha”. No dice “oye”, dice escucha. “Shema Israel” es el término bíblico, escucha Israel, escucha pueblo de Dios. Porque la actitud del que escucha es la del corazón abierto y dispuesto al cambio.
Precisamente porque todas las cosas que sabemos aprovechan al hombre en la medida en la cual le sirven para cambiar su vida.
Oír no compromete, escuchar sí compromete. Oír es la disposición exterior. Nosotros tenemos que evaluar en una mayor medida la actitud del hombre ante Dios.
Se nota muy bien en nuestra liturgia cómo el pueblo de Dios ni siquiera la oye porque llega tarde, porque los niños juegan, porque me requiere mi celular, etc., etc. No apreciamos en su justa medida el anuncio de la palabra de Dios.
Antes la misa era en latín y nadie entendía, habíamos perdido la aptitud de oír y escuchar. Una correcta actitud externa de oír. Hemos perdido la sensibilidad en nuestros oídos y podemos ir encerrándonos en nuestros ritos, tradiciones, devociones y santos.
Este mandato de escuchar el amor supremo de Dios, es la fuente para romper con nuestro egoísmo, en el que encerramos una religiosidad estéril, inútil para nuestro tiempo y para la historia. Hemos de dar testimonio generoso de nuestro amor al prójimo a partir de nuestra fe en Dios todopoderoso. “Escucha Israel”, yo soy tu Dios y no tendrás otro Dios fuera de mí. Ama a tu prójimo como a ti mismo. Y entonces es cuando estaremos construyendo de lleno el reino de Dios.
Oír es muy importante para escuchar, entender y amar con todo el corazón. EL HOMBRE QUE NO ESCUCHA ES COMO SI NO ENTENDIERA NI AMARA. Hay que amar con todo tu pensamiento y con toda tu inteligencia. Cuando se ama a lo tonto es como si no se amara. Para educar en el amor se requiere principalmente el modo de amar y no el amor frío y calculador.
Hiciste hablar a los mudos
En la creación del hombre es la última palabra de Dios; la palabra que lo completó todo. Pero Adán como palabra era solamente el eco de la palabra que habría de venir. La palabra definitiva y última es Jesucristo.
El hombre está llamado a hablar siempre. Siempre se espera su palabra y por eso el hombre está llamado a escuchar siempre, siempre se espera su respuesta.
Uno de los derechos humanos es el derecho que todos los hombres tenemos a aprender; pero una persona pierde su derecho a aprender cuando se cierra a la vida, o a la historia, principalmente a los demás.
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