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Foto del escritorPbro. Artemio

El rechazo del poder y la gloria




Sin duda alguna, esta es una de las historias evangélicas más íntimas de Jesús porque, al parecer, no había nadie ahí con Él que pudiera relatarla. En algún momento tuvo que haberles contado a sus discípulos esta íntima experiencia de su alma. Ahora nos toca a nosotros recibirla. Pero, teniendo en cuenta, de que es eso, una experiencia íntima, de lo profundo de su vida y de su corazón, que nos revela en verdad quién es Él.


San Lucas enmarca esta escena del Evangelio justo antes de que Jesús inicie la vida pública, es decir, antes de que empiece a predicar, a obrar y a instaurar el Reino de Dios entre la comunidad. El pasaje de la tentación nos presenta al Hijo de Dios eligiendo de una vez para siempre el método con el que se ha propuesto ganar a los hombres para Dios. En esto, es muy impresionante ver a Jesús rechazando el camino del poder y la gloria, y aceptando el camino del sufrimiento y de la Cruz.


El Hijo de Dios está siendo tentado a profundidad. El tentador le pone en tela de juicio su identidad esencial y primera: ser el Hijo de Dios (mete duda para sacar provecho) y le quiere desviar en el uso del poder que, de suyo, le ha sido dado. Pero, para comprender mejor este momento, pasemos revista a las tres tentaciones que se le sugirieron


1. «Convierte las piedras en pan». Se puede parafrasear así: «si quieres que la gente te siga y te crea, usa tus poderes milagrosos para darle cosas materiales». Es la sugerencia del tentador, de soborno a la gente, para que le crea y le siga. Jesús responde: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios», parafraseado también sería algo así como: «el hombre nunca encontrará la vida en las cosas materiales». Una dura verdad para el consumismo de hoy.


2. «Adórame, y todo esto será tuyo». El tentador dijo: «Tengo a la gente en mi mano, haz un trato conmigo, déjame una parte y la gente te seguirá». Jesús, rotundamente, responde con la verdad: «Dios es Dios, a Él solo se debe adorar». Con quien Jesús hace trato es solo con Dios, con el Sumo Bien, con su Padre. Si quiere derrocar al mal, no se debe aliar con él, al contrario lo derrota a fuerza de bien. Una gran tentación, la de aliarse con el «poderoso» para siempre «ganar».


3. «Arrójate para que los ángeles te sostengan». Es decir, «dale demostraciones sensacionales a la gente para que te crea». Jesús dijo que no, que el poder de Dios no es para hacer experimentos insensatos, ni desvíos de la misión. Percibe que todo sensacionalismo, no puede durar. Lo que permanece es el amor que se ofrece como servicio, y este es sencillo y humilde, no espectacular ni aparatoso.


¡Qué batalla la del Señor! Su elección por el camino del servicio y del sufrimiento ha sido librada con presteza y con un profundo arraigo en su Padre y en el amor. El poder del Espíritu estuvo con Él. Y esto no se afirma solo por este pasaje. De ahí siguió la batalla hasta la Cruz, y al final, la corona de la Resurrección.


Este fragmento del evangelio, necesariamente toca una reflexión no cómoda pero necesaria en nuestro andar cristiano: la tentación. Mirarla de frente y solos, es muy probable que acabemos derrotados, pero con el Señor y con su método, podamos caminar con firmeza y determinación. ¿Cómo vives tú la tentación? ¿Qué remedios buscar para afrontarla? ¿De qué actos y actitudes echas mano? ¿Qué te dice el Señor Jesús que también ha pasado por ellas? ¿A qué te invita? Agradece al Señor que te haya abierto una parte muy íntima suya. Pide la gracia de sacar provecho humano-espiritual de todo esto.

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