El encuentro de los buscadores
El Día de la Epifanía es el día de los encuentros, la fiesta en la que todos se encuentran: Dios que ha venido al mundo y se deja encontrar por todos, pobres y ricos, pastores y magos, hombres y mujeres. El primer encuentro es el de Dios con todo el género humano. El primer buscador que celebramos hoy es, el Buscador por excelencia: Dios, que se deja encontrar en la sencillez y timidez de un pequeño que reposa bajo el cobijo de sus padres.
La segunda escena de este encuentro son los magos venidos del extremo del mundo, sí, de las tierras de los paganos, porque Dios se deja encontrar por quien lo busca, sin importar su condición. Los sabios que buscando y buscando, intentando y errando, por fin encontraron a Dios. Los sabios que se dejan guiar por lo misterioso, unos sabios “no tan sabios” porque van donde Herodes, al palacio, a preguntar por el rey que acaba de nacer, unos sabios dispuestos a aprender.
Respecto de los dones tenemos muchas y variadas interpretaciones, quiero sugerir sólo una, no la única ni la mejor, una solamente: “las ofrendas de oro, incienso y mirra que los magos ofrecen al Niño resumen simbólicamente todo el camino espiritual. El oro simboliza que lo reconocen como hombre; el incienso que lo reconocen como Dios, la mirra que lo reconocen como sanador. En el primer cofre está la humanidad; en el segundo la divinidad, en el tercero el camino para ir de una a otra. Hombre, Dios y Cristo, estos son, en definitiva, los tres tesoros. Y esto es, al fin y al cabo, lo que todos buscamos: lo mundano, lo celeste y el camino de sanación”. (Pablo D,Ors, Biografía de la luz, pág. 51).
Hay un personaje más, el poderoso. Herodes que no busca y se queda, protegido en su palacio, molesto, indignado, víctima de sus arrebatos iracundos.
Ante este hermoso encuentro, contemplo y me pregunto, ¿busco, camino, me pongo en marcha?, ¿me dejo guiar por el misterio?, ¿cuáles son mis ofrendas?, ¿qué me dice esta escena?
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