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Bartolomé de Jesús Antonio Sánchez

El cordero de Dios, que quita el pecado del mundo

El pasaje del evangelio de Juan (1,29-34) nos regala una bella estampa donde se hacen presentes dos hombres llenos del Espíritu Santo: en primer lugar vemos a Jesús que se dirige hacia Juan el Bautista. Jesús es el ungido del Señor «El Espíritu del Señor está sobre mí…» (Lc 4,18); en segundo lugar y dentro de esta misma escena aparece Juan el Bautista que lleno de la sabiduría y humildad que proceden del Espíritu de Dios reconoce a Jesús como el Mesías, el Ungido de Dios y en una clase de monólogo describe a Jesús pronunciando un discurso cargado de contenido teológico haciendo dos afirmaciones contundentes que hoy vamos a reflexionar: «este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo» y «ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo».


La primera premisa: «este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo», siguiendo la Reflexión de José Antonio Pagola nos ilumina diciendo que en el mensaje de Jesús, el pecado aparece sobre todo como rechazo del Reino de Dios: «Pecar es no aceptar a Dios como Padre y en consecuencia, no aceptar la fraternidad que Dios quiere ver implantada en nosotros». En esta cadena de consecuencias, creer en Jesús no consiste sólo en abrirnos al perdón redentor de Dios; seguir a Jesús es comprometernos en su lucha y su esfuerzo por quitar el pecado que domina a los seres humanos (el egoísmo, el rencor, el odio, la indiferencia etc.), creer en Jesús consiste en vencer nuestro ego y dejar que florezca la fuerza del Reino de Dios que emerge desde lo más íntimo de cada ser humano, creer en Jesús consiste en que nuestra persona sea buena noticia para los que nos rodean, implica ser colaboradores desde el amor en la construcción del Reino de Dios.


La segunda premisa: «ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo». Esta frase es capital porque en ella se sintetiza la obra mesiánica de Jesús. Bautizar es lavar, limpiar, purificar, pero en el caso de nuestro Señor encierra una realidad superior, es el Mesías a quien corresponde la misión sublime de comunicar el Espíritu y renovar a los hombres con la donación e infusión de ese Espíritu Santo.


El evangelio de Juan lo expresa de manera clara. Jesús posee la plenitud del Espíritu de Dios, y por eso puede comunicar a los suyos esa plenitud. Este bautismo de Jesús no es un baño externo, como los que ya se practicaban en el Jordán. Es un baño interior. La metáfora sugiere que Jesús comunica su Espíritu para penetrar, empapar y transformar el corazón de la persona como lo atestigua el profeta Ezequiel: «Les daré un corazón nuevo y pondré en uestedes un espíritu nuevo; les arrancaré ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne» (Ez 36, 26). Su Espíritu puede potenciar en nosotros una relación más vital con Él (espiritualidad). Nos puede llevar a un nuevo nivel de existencia cristiana (vida en el Espíritu), a una nueva etapa de cristianismo más fiel a Jesús.

Me presento delante de Dios y pido perdón por aquellas ocasiones que conscientemente y de manera egoísta no he dejado emerger la fuerza del Reino de Dios que habita en mí. Pido que su Espíritu realice en mí una experiencia fundante y bajo su mirada amorosa de Padre le presento mi corazón y mi vida para que Él la transforme conforme a su voluntad. Que su amor y su gracia regale para su Iglesia hombres llenos del Espíritu y colaboradores del Reino.

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