EL CAMINO DE LA SANACIÓN
Uno de los rasgos impresionantes de Dios es su voluntad de perdonar. Él siempre está dispuesto al perdón. Lo vemos actuando en favor de la humanidad siempre, incluso a pesar de los más duros desaires con los que la humanidad -a lo largo de tantos siglos- se ha alejado de Dios. Dios es compasivo, tierno, misericordioso; perdona siempre y todo. Jesús es el rostro del perdón de Dios. En Él resplandece el amor tan grande que Dios tiene para con todos: niños, jóvenes, ancianos, viudas, pecadores públicos… Jesús se muestra siempre con una especial ternura en el trato con todos.
El mismo Jesús les dice a sus discípulos que la vida es una escuela del perdón, pues hemos de estar dispuestos a perdonar siempre y todo: “setenta veces siete” (cfr. Mt 18,21). Los santos -con los que de Dios ha querido enriquecer la vida de la Iglesia-, dentro de todo lo bello que nos han legado en el testamento de su vida, nos han mostrado todos a una, la importancia que ha tenido el perdón en sus vidas. Rafael Guízar nos ha mostrado la grandeza de su perdón al no tomar represalias ante el obispo que lo dañó terriblemente en su fama y en su ministerio. El hermano Charles de Foucauld ha perdonado impresionantemente a quienes lo han asaltado, golpeado, y dejado medio muerto al interior de su celda. Teresa del Niño Jesús amó con el amor de Cristo a la hermana de comunidad que tanto mal le profería, en fin. En la vida de todos los santos resplandece cómo, de la mano de Dios, han madurado y crecido en la escuela del perdón. Ellos nos enseñan que no hay algo, por muy grande y escandaloso que sea, que no pueda ser perdonado. “A nuestro modo, todos estamos heridos. Y por eso lastimamos a los demás. El perdón es un viaje a la curación de nuestras heridas. La forma en la que volvemos a sanar” (Desmond y Mpho TUTU, El libro del perdón, pág. 15).
El arzobispo y premio Nobel de la Paz Desmond Tutu, insiste en que, todo lo que hacemos tiene un gran impacto en el mundo y en los otros. Tanto cuando perjudicamos o cuando ayudamos ejercemos un drástico impacto en el mundo. En este sentido, sostiene él, el perdón es la única manera en la que corregimos el tejido social.
Para poder iniciarse en la escuela del perdón, en su Libro del perdón, Desmond y su hija Mpho, muestran un camino para el perdón que consta de cuatro aspectos, ellos le llaman el camino cuádruple que consiste en: contar la historia, nombrar la pena, conceder el perdón y renovar o terminar la relación.
Contar la historia, hacer esto es la manera más protegida en la que recuperamos nuestra dignidad luego de haber sido perjudicados. Este ejercicio permite a quien ha sido dañado entender, un poco, lo que ha sucedido y al entenderlo es posible darle sentido al sufrimiento. Parte importante de la recuperación de un trauma es integrar los recuerdos. (El libro del perdón, pág. 75). Este ejercicio no excluye el dolor, pero nos pone de cara a la verdad, nos pone ante los hechos. Es importante no andar por el mundo contando la historia, es fundamental decidir a quién contárselo. Esto disminuye en gran medida el poder que ejerce sobre mí el daño. ¿Cuál es mi historia?, ¿puedo escribirla en una carta?
Nombrar la pena, uno de los Santos Padres sostiene que “lo que no es asumido no es redimido”, y es que, ¿cómo podríamos deshacernos de algo que no hemos admitido?, darle un poco de voz a lo que nos tortura es ya un modo de curación; es un proceso de gran liberación. Esta dinámica permite salir de la prisión de las heridas. Por escandaloso que parezca, dar el nombre a lo que nos ha sucedido es un modo de abrazarnos con grande amor y aceptación incondicional. ¿Cuál es mi pena?, ¿cómo se llama?, ¿cómo la siento?
Conceder el perdón, quien elige perdonar encuentra la libertad, tal vez por eso el Maestro de Galilea dijo que es preciso perdonar siempre y todo. Esto nos pone fuera de la dinámica terrorista y de la espiral de dolor, muerte y venganza. Esto consiste en aportar algo muy valioso al espantoso statu quo. No se trata de un remedo de perdón o de una paz incómoda, sino del genuino bálsamo del perdón que sana y me sana, y vibra al exterior como una nueva historia, mejor y más feliz. Frente a quien me ha dañado le entrego la luz, el amor y la paz que inunda mi corazón.
Renovar o terminar la relación, para que el proceso de la recuperación pueda ser completo, incluye una decisión responsable de qué hacer luego de haber perdonado, y esto permite andar en el futuro sin las cadenas del pasado. Quien renueva la relación está convirtiendo una maldición en una gran bendición. Está enmendando, corrigiendo, construyendo. Algunas veces no es posible renovar la relación por muchas razones: porque no conozco a quien me ha dañado, porque ha muerto o simplemente porque en este momento el viaje de la curación se completa terminando la relación. Doy gracias a Dios por las maldiciones que se han trasformado en grandes bendiciones. Bendigo también a la persona con la que he decido terminar la relación.
El perdón es la única manera en la que recuperamos lo que nos ha sido arrebatado, nos restauramos en el amor y desde ahí podemos ayudar en la restauración de los demás. Con él generamos un ambiente de bondad y confianza donde antes se habían perdido. El perdón es tan sanador que es la manera en la que nos procuramos salud y paz a nosotros y al mundo que nos rodea.
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